Un pensamiento perdido es el que se utiliza para intentar comprender la programación televisiva, los motivos del programador y el consentimiento del consumidor. La gente que está de vacaciones a pie de playa, con tumbona y parasol, bocata tortilla de atún y tinto de verano, ¿cuándo ve la tele? ¿Qué le interesa ver en esas circunstancias atípicas, con una tele vieja, en un apartamento superpoblado, con el horario cambiado y el calor o la brisa recomponiendo la biografía? La pregunta se hace porque uno se siente agobiado con tantos programas de playa, con tantos chiringuitos, tantas discotecas, tantas propuestas de ocio, vacaciones o combinado. ¿Para quién se emiten esos programas? ¿Son para causar envidia, para levantar instintos, para conformar a los que están en su piso de VPO agobiado sin poder moverse? ¡Qué más da!, probablemente esos programas se retroalimentan, es decir cuanta más familias, más personas salen en los reportajes, más posibilidades tienen de que se quieran ver. Las estrellas de la tele son los propios consumidores.

En esas tonterías anda uno cuando de repente se topa con esas tozudas realidades, en primer lugar el aumento de canales en mi TDT sin que yo haya hecho nada, al menos conscientemente, viejas cadenas que no necesito, que no me importan, que emborronan mi mando a distancia, junto a nuevas propuestas para los tiempos venideros. Y entre los anuncios de novedades, los chicos de «Muchachada Nui», que abandonaron el desprecio horario de la pública, de La 2, para irse a un canal casi temático, Neox de la privada Antena 3 con un nuevo programa llamado, «Museo Coconut» . ¿Tendrán Joaquín Reyes y sus compinches más libertad, mejor producción y mayor promoción, en una privada que en la pública? Todo puede pasar, incluso que deban acomodar su absurdo manchego a los gustos de un mercado cafre y descerebrado. Esperemos que no, que se les haya fichado para que hagan lo que saben hacer tan bien. Otra cosa es que probablemente lo que hacen, colocado en horario adecuado, tenga una aceptación mayor. Lo importante es que las apuestas de producción se mimen desde la programación. O repetir el ¡qué más da!