UN VERANO MARCADO POR LAS CATÁSTROFES NATURALES
el lodo sepulta miles de vidas en asia
Las fuertes lluvias y los consiguientes desbordamientos de los cauces fluviales registrados en los últimos días en amplias zonas de Pakistán, Cachemira y China han provocado una auténtica catástrofe humanitaria. Las víctimas mortales se cuentan ya por miles y la ONU demanda a la comunidad internacional ayuda para más de seis millones de damnificados.
Martin BEECH
Las labores de rescate irán ofreciendo un balance más trágico según los equipos de salvamento vayan llegando en los próximas días a las zonas más remotas del Punjab y Cachemira, territorios que se extienden a ambos lados de la frontera que divide Pakistán e India. Lo mismo sucederá, según las previsiones oficiales, en la provincia de Gansu, en el centro de China.
Las lluvias torrenciales registradas en estas dos regiones asiáticas, separadas por miles de kilómetros, fueron seguidas de desbordamientos de cauces fluviales de alta montaña y de avalanchas de tierra. Esto fue lo que ocurrió, por ejemplo, en Leh, un enclave turístico cachemir donde han muerto 170 personas -la mayoría cachemires, además de varios nepalíes, indios y turistas europeos- a causa de las avalanchas de lodo causadas por las lluvias del pasado viernes, tal como informaron ayer fuentes de la Policía india, que cifró en 400 las personas desaparecidas.
En esta ciudad, donde residen unos 25.000 habitantes, se hallaban registrados en esos momentos un millar de turistas -muchos se desplazan a esta zona del Himalaya para practicar trekking-. Entre ellos se encontraban medio centenar de montañeros vascos. Leh es la principal ciudad de Ladakh, región de la Cachemira bajo control de India cuya población es mayoritariamente budista, por lo que en muchas guías turísticas es denominada «el Pequeño Tíbet».
«Han sido identificados alrededor de 150 cuerpos y se están llevando a cabo cremaciones y enterramientos», declaró un policía de Leh a France Presse. «Hemos tomado fotografías de 15 cuerpos para tener una pista que nos pudiera servir para identificarlos», añadió. En su opinión, varios cientos de personas más podrían haber sido sepultadas o arrastradas por los torrentes de lodo.
Urge la ayuda humanitaria
La ONU estimó ayer que son cerca de seis millones las personas que han resultado damnificadas en Pakistán por estas inundaciones, las peores sufridas en este estado asiático en los últimos 80 años, subrayando que necesitan ayuda humanitaria para sobrevivir, por lo que mañana hará un llamamiento urgente para constituir un fondo internacional de varios cientos de millones de dólares. Durante una comparecencia ante la prensa en Ginebra, la portavoz de la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU (Ocha), Elisabeth Byrs, dijo que la estimación de las autoridades paquistaníes, que elevaron la cifra de damnificados a 14 millones de personas, era muy amplia puesto que ha incluido en ella a personas afectadas a muy distintos niveles, desde quienes se han quedado sin alojamiento hasta quienes han perdido las cosechas.
El pasado lunes, un responsable de la Ocha consideró que las inundaciones que han golpeado Pakistán a causa de un monzón excepcionalmente violento representan un desastre de mayor amplitud en términos de logística que el devastador tsunami registrado en diciembre de 2004 en el océano Índico. Byrs recordó que la ayuda internacional tras el tsunami -que originó cerca de 220.000 muertos- alcanzó a cinco millones de personas y que las primeras estimaciones hablan de 280.000 casas destruidas en Pakistán, cifra que se aproxima a la registrada en Haití tras el terremoto del pasado 12 de enero.
Mientras tanto, el presidente paquistaní, Asif Ali Zardari, se ha convertido en el centro de muchas críticas por no haber regresado de forma inmediata al país tras conocer el alcance de las inundaciones más graves de su historia, que han provocado al menos 1.600 muertos. Zardari viajó el 1 de agosto a París y continuó su gira europea en Gran Bretaña hasta que ayer regresó a Islamabad. Precisamente, durante su visita a Birmingham, cientos de representantes de la numerosa comunidad paquistaní protestaron contra Zardari; medios ingleses indicaron que un manifestante llegó a arrojar un zapato contra el presidente, sin alcanzarlo.
Por otro lado, gran parte de la zona paquistaní que ha sufrido las lluvias torrenciales vive desde hace décadas en medio de conflictos armados, derivados de la ocupación de Cachemira -donde existe un importante movimiento independentista-, de la disputa fronteriza con India o de la invasión de Afganistán, con el que también comparte frontera. En este contexto hay que situar la alerta lanzada ayer por el Comité Internacional de Cruz Roja (CICR) sobre la posibilidad de que las inundaciones desplacen municiones sin estallar. Y puso como ejemplo el caso de tres jóvenes que resultaron heridos de gravedad en Dera Ismail Jan por un artefacto casero trasladado por la crecida de un río.
La experta del CICR en educación sobre el peligro de minas, Luiza Jazhgerieva, señaló en un comunicado recogido por Europa Press que «todas las personas que viven en las zonas donde se han producido enfrentamientos, o en las áreas adyacentes a las recientes inundaciones, deberían conocer el riesgo que conllevan los restos explosivos de guerra». Indicó que zonas consideradas hasta ahora «libres de armas» pueden «volver a contaminarse fácilmente si el agua de las inundaciones traslada minas y municiones sin estallar». El CICR hace especial hincapié en la necesidad de que los niños, susceptibles de manipular este tipo de artefactos, sean informados.
La nota también recogía los últimos avances de asistencia logrados por CICR, que calcula en 100.000 el número de personas asistidas con alimentos y material para construir refugios desde la base logística de Peshawar, capital de la Frontera del Noroeste, la provincia paquistaní ubicada entre Cachemira y Afganistán .
El lodo arrasó la ciudad de Zhouqu
Al otro lado del Himalaya, en el centro de China, la situación también es catastrófica. Según un balances provisional, son 702 las víctimas mortales provocadas por la riada de lodo, rocas y agua que el pasado fin de semana se abalanzó sobre la ciudad de Zhouqu. Y otro millar de personas se encuentran todavía desaparecidas. Oficialmente, el desprendimiento de tierras ha sido descrito como un desastre natural provocado por las fuertes lluvias, la sequía precedente y el fuerte terremoto que se produjo en 2008 y que aflojó las laderas en los márgenes del río en la prefectura de Gannan, una región montañosa en la provincia de Gansu.
El pasado año, un informe gubernamental urgió a recuperar la mermada línea de defensas medioambientales en un entorno declarado «zona de alta incidencia de desastres por desprendimientos de tierra». Otros documentos oficiales habían destacado hacía años la sobreexplotación que estaban sufriendo el río Bailong, de 576 kilómetros de largo, y las laderas próximas, a medida que esta región intentaba convertir sus bosques y ríos en activos económicos.
Sobre el terreno, los equipos de salvamento todavía mantienen la esperanza de encontrar supervivientes bajo el lodo y los escombros. Ayer mismo, según relataba la agencia Chine Nouvelle, un hombre de 52 años fue rescatado con vida después de permanecer 50 horas atrapado en un inmueble de apartamentos que se vino abajo en la citada Zhouqu.
La corresponsal de AFP Marianne Barriaux informó de que los aludes de tierra cubrieron un área de cinco kilómetros de largo y 500 metros de ancho, y las aguas llegaron a alcanzar la tercera planta de muchos edificios de esta ciudad de 135.000 habitantes. Esta periodista recogió los testimonios de varios ciudadanos afectados:
«Mi hermano mayor está enterrado allí; se encontraba en la planta baja», explica Xue Chen, de 45 años, señalando una casa cubierta de lodo. Llegó a Zhouqu después de viajar durante todo un día desde la vecina provincia de Sichuan en un intento desesperado por encontrar a su hermano, trabajador de la construcción. «Voy a esperar aquí hasta que le saquen», comenta sin mucha esperanza, ya que cree que su hermano ha fallecido. Mientras, el equipo de rescate procede a desescombrar el lugar con palas y siguiendo las indicaciones de perros adiestrados.
Por su parte, Guo, una mujer de 40 años, está sentada, protegiéndose del sol con una sombrilla, cerca de lo que fue su casa. Los dos pisos inferiores del edificio están llenos de lodo; Guo y su marido residían en el quinto, lo que explica que se encuentren entre los supervivientes. «En un primer momento oímos el ruido. Yo estaba viendo la tele y mi marido dormía. He mirado por la ventana y he visto cómo la avalancha de barro volcaba los automóviles», relata. «Después -añade- escuchamos cómo el lodo también golpeaba nuestro edificio; temíamos que se viniera abajo. Entonces salimos al rellano y vimos que muchos vecinos corrían hacia los pisos de arriba. Subimos al tejado y saltamos hacia los edificios de al lado, Y después hemos esperado a que nos socorrieran. Sólo en ese momento fue cuando comprendimos que una parte de la ciudad había sido arrasada».
En las zonas de la ciudad que no han quedado fuertemente dañadas se han colocado bandos reclamando a los supervivientes que pasen a identificar a los fallecidos. Las autoridades advierten de que se verán obligadas a enterrar los cadáveres en fosas comunes para evitar así la propagación de enfermedades infecciosas. Por el mismo motivo, en medio del agobiante calor y del olor a putrefacción que se va extendiendo, grupos de empleados municipales pasan por las calles con vaporizadores lanzando líquido desinfectante.
La niebla de humo procedente de los incendios que durante los últimos días cercan Moscú se disipó ligeramente ayer, mientras que miles de bomberos y militares continuaban luchando contra el fuego por gran parte de la Rusia europea, especialmente en torno a las instalaciones nucleares.
Tras dos semanas de incendios, que han dejado 54 muertos y han destruido dos bases militares en la región de Moscú, las autoridades destacaron que se ha frenado la expansión de los incendios que todavía afectaban a una superficie de 175.000 hectáreas a lo largo y ancho del país. El área de los fuegos en las turberas, que han originado el humo nocivo que rodea la capital, quedó reducida a unas 30 hectáreas. GARA
Entre canículas, sequías e inundaciones, las situaciones excepcionales que están viviendo este verano Rusia, China o Cachemira y que, en uno u otro momento, afectan sin distinción a zonas de los cuatro puntos cardinales del planeta parecen confirmar las sombrías perspectivas sobre los efectos futuros del cambio climático.
Moscú está asfixiado por la mayor ola de calor desde hace siglos y por los incendios que amenazan, incluso, con arrasar instalaciones nucleares; Pakistán cuenta ya por millones los damnificados por unas inundaciones sin precedentes; India, China y Europa Central luchan también contra los efectos de las lluvias torrenciales. Una serie de acontecimientos que invitan a buscar una explicación común.
Los climatólogos consultados por France Presse se niegan a vincular directamente estas catástrofes meteorológicas que están golpeando a regiones del planeta muy distantes entre sí, pero todos las consideran «coherentes» con los informes que el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) viene realizando desde hace veinte años.
«Son acontecimientos llamados a repetirse e intensificarse en un clima perturbado por la contaminación de gases de efecto invernadero», afirma Jean-Pascal van Ypersele, vicepresidente del IPCC. «No se puede asegurar al 100% que nada de esto habría ocurrido hace 200 años, pero la sospecha existe, aunque no sea más que una sospecha», puntualiza, pero admite que «los acontecimientos extremos son una de las formas en que los cambios climáticos se hacen dramáticamente perceptibles».
Situación sin precedentes
Según la Agencia estadounidense del Océano y la Atmósfera (NOAA), el planeta nunca ha soportado tanto calor como en el primer semestre de 2010. En opinión del IPCC, con un clima cada vez más cálido, las sequías y las olas de calor como la que se están dando en Rusia y en dieciocho estados de EEUU serán más intensas y más prolongadas.
«Ya se trate de frecuencia o de intensidad, prácticamente cada año se baten niveles récord, incluso varias veces en una semana. En Rusia se batió a comienzos de agosto el récord absoluto de temperatura observado en Moscú desde el comienzo de los registros hace 130 años, con 38,2 ºC. En Pakistán, las inundaciones nunca han conocido tal amplitud geográfica», destaca Omar Baddour, encargado del seguimiento del clima en la Organización Meteorológica Mundial (OMM). «En ambos casos nos encontramos con una situación sin precedentes -constata-. La sucesión de extremos y la aceleración de los records son conformes a las proyecciones del IPCC, pero habrá que observar esos extremos a lo largo de varios años para sacar conclusiones respecto al clima».
Más aún cuando las inundaciones en Pakistán y Cachemira podrían atribuirse al fenómeno «la Niña» que, al contrario que «el Niño», se caracteriza por un enfriamiento de la temperatura en la superficie del Pacífico Central. «Por regla general, `el Niño' provoca una sequía en el subcontinente indio y en el Sahel; con `la Niña' sucede lo contrario», indica Baddour.
Para el climatólogo inglés Andrew Watson, el calor de 2010 está ligado a «el Niño» del pasado año: «Sabemos que después de `el Niño' sigue un año particularmente cálido, y desde luego es lo que ocurre este año». Los sucesos observados este verano boreal son «totalmente coherentes con los informes del IPCC y con lo que el 99% de los científicos cree que ocurrirá», resume este investigador de la Royal Society y profesor en el Departamento de Medioambiente de la Universidad de East Anglia (Inglaterra). No obstante, procura ser prudente: «Estoy casi seguro de que el aumento de la frecuencia de este tipo de veranos desde hace 20 ó 30 años está ligado al cambio climático, pero uno no se puede basar en un solo acontecimiento o un solo verano, porque el cambio climático se mide sobre la media de un década». Anne Chaon (AFP)
El terremoto de 7,5 grados en la escala de Richter registrado ayer junto a la capital de Vanuatu, que generó un pequeño tsunami, no causó daños importantes, según informaron las autoridades de este archipiélago situado en el sur del océano Pacífico. En un principio se aconsejó a la población que se trasladase a zonas altas como medida de precaución. Vanuatu cuenta con poco más de 240.000 habitantes, a los que en estas fechas se suma un importante cantidad de turistas.
El seísmo se registró a unos 46 kilómetros al noroeste de Port Vila a las 7.24, hora de Euskal Herria. El Centro de Advertencias por Tsunami en el Pacífico dijo en un mensaje de alerta que «los registros del nivel del mar indican que se ha generado un tsunami» y que «en Port Vila se ha observado una amplitud de ola de 23 centímetros». La alerta se levantó dos horas después de que fuese emitida.
Según informó la agencia Reuters, el Gobierno del territorio de Nueva Caledonia, bajo dominio francés, también había pedido a la población que estuviese vigilante.
Tanto Vanuatu como Nueva Caledonia se encuentran cerca del Anillo de Fuego del Pacífico, que es una extensa zona de actividad sísmica debido a la constante fricción entre las placas geológicas. GARA
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de personas se han visto afectadas por las inundaciones según el balance de las autoridades paquistaníes. La ONU considera que seis millones están en situación precaria.