El representante especial de la ONU para Afganistan, Staffan de Mistura, hizo público ayer un informe semestral en el que se recogía el fuerte incremento en el número de civiles muertos en la guerra que la coalición ocupante y sus aliados locales libran contra los talibanes, y la resistencia afgana en general. Un incremento de más de un 25% atribuido en un 70% a las bombas y ataques suicidas de los talibanes. Un incremento que se da en el marco de un momento clave -la intensificación de operaciones de contrainsurgencia en áreas densamente pobladas y la propaganda en torno a un supuesto proceso de reconciliación con talibanes moderados- y en un año clave -el previo al comienzo de la retirada de tropas anunciado por Obama- que viene a confirmar el aumento del sentimiento de inseguridad de la población afgana y la imposibilidad de ganar militarmente esta guerra.

Estos datos plantean claramente un dilema a la coalición ocupante. No pueden estabilizar la situación mientras continúe la sangría, ni pueden plantear la retirada sin perderlo todo. Dura decisión. Cómo marcharse, y cuándo, sin perder la cara.