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Libertad de los presos vascos, reto prioritario

La situación de los presos políticos vascos vuelve a dejarnos dos ejemplos de la dura realidad que unos quieren ocultar y todos deberíamos abordar en clave de solución y de manera inteligente. La preocupante situación de los presos Jabi Abaunza y Ander Geresta, encarcelados en la prisión francesa de Moulins, así como el encarcelamiento del elgoibartarra Mikel Ibañez tras casi dos años de prisión atenuada a causa del cáncer que padece, vuelven a demostrar que la intención de castigar a los presos vascos aparece en todas partes y en ninguna parte, siempre dispuesta a hacer daño. Y desgraciadamente, en demasiadas ocasiones con saña, sin respeto a lo que dicta la ley, y con clara intencionalidad de condicionar el desarrollo del proceso político en Euskal Herria.

El momento político pide ir más allá de la necesaria denuncia de situaciones concretas, alejarnos de una rueda de agravios y casuísticas que podría desviar la atención sobre lo que hoy es urgente para la izquierda abertzale y para el conjunto del independentismo: plantear la liberación de los presos como uno de los retos prioritarios del proceso democrático. Urge abordar este tema y dotarlo de la centralidad política que merece, desde una decisión colectiva y concretable en espacio y tiempo, de manera acordada y ordenada, situando la liberación de los presos vascos como uno de los referentes de la regeneración y restitución de mínimos democráticos que hoy se antoja como punto cero o primera estación del proceso. Un proceso democrático que, no sin dificultades y amenazas, ya se abre camino. Este reto constituye no sólo una obligación moral y militante para la izquierda abertzale, sino un punto de apoyo obligado para la gestión ofensiva y expansiva de los acuerdos que ya se están trabajando en el movimiento abertzale de izquierdas

Así se rompería la espiral del silencio que el Estado quiere construir en torno a este tema, para que una demanda social mayoritaria -la repatriación de los presos vascos y su liberación- no se manifieste en la plaza pública. Así se neutralizarían las falsas maniobras de buenos y malos, castigo y premio, que tanto está aireando últimamente el Estado. Así ganaría el cambio político.

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