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La película perseguida y censurada por Hollywood

«Philip Morris ¡te quiero!»

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Mikel INSAUSTI | DONOSTIA

La pareja de guionistas compuesta por Glenn Ficarra y John Requa se han convertido en los nuevos francotiradores de Hollywood, tras su accidentado debut en la dirección con «Phillip Morris ¡te quiero!». Ya apuntaban en esa dirección provocadora con guiones como el de la irreverente y políticamente incorrecta cinta navideña «Bad Santa». Aun así, nunca llegaron a imaginar las dificultades por las que iba a pasar su ópera prima. Eran conscientes de que estaban haciendo una realización independiente muy arriesgada, dado que la homosexualidad sigue siendo un tema tabú en la mayor parte del territorio de los Estados Unidos, pero pensaban que, al contar con una pareja estelar tan popular como la formada por Jim Carrey y Ewan MacGregor, los problemas se solventarían.

Desde el principio, ninguna compañía de distribución norteamericana quiso comprar la película, a la vez que exigían cortes en su metraje destinados a eliminar las escenas de sexo explícitas, junto con aquellas en que los dos actores interpretaban una relación homosexual abiertamente. La película, fruto de ese boicot comercial, nunca se estrenará en los cines norteamericanos, siendo finalmente editada en DVD con un año de retraso, lo que deja a los productores de «Phillip Morris ¡te quiero!» sin ninguna posibilidad de recuperar lo invertido. Al menos, Ficarra y Requa viven profesonialmente de su trabajo como guionistas, pero tampoco nadie va a devolverles el tiempo invertido en tan querido y deseado proyecto. Es de justicia que el público europeo apoye y acoja ahora esta película necesitada de respaldo.

Jim Carrey siempre se la juega

Lo mejor de esta profesión del cine son los actores y actrices, y es que la mayoría siempre están dispuestos a trabajar sin seguridad de cobrar u obtener ganancias cuando se trata de participar en un proyecto artísticamente arriesgado. En Hollywood, dicha disposición resulta todavía más evidente, salvo en los casos de gente acomodada y conservadora como Harrison Ford, que sólo interviene en películas con un contrato millonario, porque el resto suele simultanear los rodajes comerciales con otros de filiación totalmente independiente.

Ficarra y Requa sólo tienen palabras de agradecimiento para Jim Carrey y Ewan McGregor, aunque el segundo está más acostumbrado a trabajar dentro de las limitaciones de las producciones europeas, y nunca dudó en formar parte de la locura de «Phillip Morris ¡te quiero!». Pero a la pareja de cineastas les sorprendió más la actitud entregada de Carrey, un genio que jamás puso una objeción durante el rodaje al guión, y eso que debía protagonizar escenas muy comprometidas, aún siendo consciente de que iban a perjudicar a su reputación dentro de la industria de Hollywood. De hecho, el número de ofertas de trabajo con las que cuenta a día de hoy ha bajado de manera ostensible con respecto al ritmo que solía llevar. Lo único que tiene anunciado es la película de los hermanos Farrelly sobre los Tres Chiflados, sabedor de que ellos nunca le fallarán.

El tráiler exhibido por la distribuidora Aurum en nuestros cines, da una falsa y manipulada imagen de «Phillip Morris ¡te quiero!», por cuanto reúne todos los momentos cómicos protagonizados por Jim Carrey, como si se tratara de una de sus comedias más hilarantes. En cambio, la realidad es que la película es más bien un drama, con sus toques de humor negro, pero sin olvidar nunca que el actor canadiense está encarnando a un personaje real condenado a cadena perpetua, lo cual no tiene ninguna gracia.

Carrey es la prueba viviente de que los humoristas son los mejores actores, porque hacen reír, que es lo más difícil, y además se adaptan al drama fácilmente. Por el contrario, a los intérpretes dramáticos les suele costar más pasarse a la comedia de forma convincente. Carrey ya ha demostrado con creces su capacidad dramática en obras maestras como «El show de Truman» u «Olvídate de mí».

Un mago del disfraz

Durante el rodaje, Ficarra y Requa tenían que contener a sus dos actores, que se metían tanto en sus papeles, que se abrazaban y se besaban apasionadamente como dos verdaderos amantes. Su exceso de profesionalidad chocaba con la necesaria progresión narrativa, según la cual la historia de amor entre Steven Jay Russell y Phillip Morris debía de ser progresiva y creíble. La credibilidad de lo narrado ha sido la principal preocupación de los cineastas porque, en el caso de la biografía del estafador homosexual, puede afirmarse aquello de que la realidad supera la ficción.

El verdadero Steven Jay Russell poseía una imaginación desbordante para llevar a cabo sus estafas, que en origen eran muy del tipo de las que hacía Walter Matthau en la comedia de Billy Wilder «En bandeja de plata», y que solían consistir en fraudes a compañías de seguros o empresas de alimentación. Pero el hombre fue perfeccionando tanto el arte del engaño, que cada vez cometía delitos más inventivos, haciendo valer su capacidad innata para el transformismo.

El dominio del disfraz también le valió para fugarse de la cárcel, ya que sus evasiones superaron el ingenio de cualquier guionista de películas sobre el escapismo. Vestía con convicción todos los uniformes que existen, ya fuera de policía, de médico, de operario o de abogado. Los utilizó en distintas ocasiones, pero se llevó la palma con su plan de fuga como miembro del equipo sanitario. Se inscribió en el curso de arte y, al final de cada clase, se llevaba un rotulador verde. Los fue gastando hasta pintar completamente el traje de presidiario en el verde del personal sanitario.

Las estafas y fugas de Steven Jay Russell fueron tan rocambolescas, que Ficarra y Requa no querían que la película se convirtiera en una disparatada comedia de acción, por lo que resumen el anecdotario al máximo a modo de ilustración de las cosas nada normales que ocurrían en la vida del personaje interpretado por Jim Carrey, quien posee un parecido bastante considerable con el estafador homosexual.

Los cineastas defienden su película como una comedia romántica protagonizada por dos personas del mismo sexo. Ellos han visto en la relación de Steven Jay Russell y su compañero de celda Phillip Morris una extraordinaria historia de amor que había que contar.

A pesar de que la distribución norteamericana ha condenado a «Phillip Morris ¡te quiero!» por su homosexualidad, Ficarra y Requa insisten en que la etiqueta gay debería ser algo superado en la sociedad actual, y que los romances entre personas del mismo sexo tendrán que empezar a ser vistos con absoluta normalidad en las películas, sin hacer distinciones o separaciones frente a los que están protagonizados por heterosexuales. La aparición de Phillip Morris en persona al final de la película, en ausencia obligada de su amado, puede ser un paso.

M.I.

CONTENERLES

Durante el rodaje, Ficarra y Requa tenían que contener a sus dos actores, que se metían tanto en sus papeles, que se abrazaban y se besaban apasionadamente como dos verdaderos amantes.

HISTORIA DE AMOR

Los cineastas defienden su película como una comedia romántica protagonizada por dos personas del mismo sexo. Ellos han visto en la relación de Steven Jay Russell y su compañero de celda Phillip Morris una extraordinaria historia de amor que había que contar.

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