Josebe EGIA
Es agosto...
Un mes de tranquilidad veraniega en el que, aparentemente, no pasa nada importante, pero pasa, ¡vaya que sí pasa! Es justo el momento en que las instituciones y empresas «aprovechan» para hacer sus fechorías. Modificaciones legislativas, nombramientos, despidos... y nos pillan con el bikini en la mano.
Supuestamente el conocimiento trae poder, pero nunca nos hemos sentido más impotentes, y es que hay demasiado ruido. Nos lanzan bombas informativas por todas partes, que nos atacan la mente hasta paralizarnos. Antes se creía en todo lo que se decía -«pues lo he oído en la radio», decía mi ama, palabra de dios para ella -y ahora, sin embargo, no creemos en nada-. Al final es el mismo efecto, porque nos lleva a pasar de comprometernos política o socialmente y, lo que es más grave, a no controlar nuestras vidas. Le damos el poder sobre ellas a la clase política, a las instituciones y medios de comunicación, por medio del voto o de la compra de sus productos. Así, sin ningún escrúpulo, toman las decisiones y crean las estructuras que forman nuestra vida cotidiana; pero, de este modo, nos relajamos. Si deciden mal, podemos echarles la culpa. Sin duda, son culpables de sus desmanes, pero la responsabilidad y la capacidad de tomar decisiones es de cada quien con su alma y almario.
Hablando de almas. La jerarquía católica, que dice velar por ellas, este agosto ha «aprovechado» para terminar de dejar la Iglesia vasca hecha unos zorros, no sea que se le desmadren las ovejas. El 24 de agosto, en plena Aste Nagusia bilbaína -sabiendo que es un tema polémico con los curas progresistas y con la gente cristiana de base, que ya habían pedido participar en la decisión-, el Vaticano, la Conferencia Episcopal y la diócesis de Bilbo hicieron público el nombramiento de Mario Iceta como obispo. Este nombramiento, con el de Munilla, completa la «revolución» del episcopado vasco, que comenzó hace 15 años con Blázquez. Rouco ha tenido claro el perfil de los nuevos obispos. De origen vasco pero antiabertzales, con carácter fuerte y amplia formación intelectual, es decir, poco influenciables por el ambiente político y social en que tienen que moverse, y jóvenes, con larga expectativa de mando.
Iceta cumple este perfil a la perfección. Es euskaldun y sacerdote desde 1994, estudió Medicina y Cirugía en la Universidad del Opus Dei de Nafarroa y realizo un máster en Economía por la Fundación Universidad Empresa de Madrid y la UNED. Este bagaje le lleva a decir sobre el derecho al aborto «la Ley del Aborto es injusta. Comprendemos la angustia de una mujer con un embarazo no deseado, pero hay otros caminos que respetan el derecho del niño que va a nacer... por lo que aquellas personas que realizan el aborto de modo directo o indirecto quedan fuera de la comunión». ¡Que no queden dudas sobre su pensamiento «científico»!
Y se me queda en el tintero la reforma laboral, que es de echarse a temblar. De nuevo el PNV con su abstención ha posibilitado, en agosto, que se aprobara también en el Senado. En fin, la dejaremos para el otoño caliente que se avecina.