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Martin Garitano Periodista

El que permite

A l calor de las idas y venidas de la última convocatoria «por los derechos de Euskal Herria» en la Aste Nagusia bilbaina, el consejero Ares -omnipesente en todas las actuaciones del Gobierno de Patxi López- ha desnudado la verdad del pensamiento antidemocrático que le mueve a la hora de actuar en política.

Después de tratar de enviar a los manifestantes al extrarradio -como si de una migración forzada se tratara-, Ares pretendió minimizar la capacidad de convocatoria de los independentistas («lo que preocupaba a los convocantes era medirse con el tamaño de la calle Autonomía»), como si no hubieran abarrotado cientos de veces el recorrido desde La Casilla hasta el Ayuntamiento. Como si la izquierda abertzale, en las peores circunstancias que cabe imaginar, no hubiera sumado cientos de movilizaciones multitudinarias en los últimos treinta años.

Pero la reiteración del «son cuatro y un tambor» no pasaría de ser una nota chusca en su habitual chusco discurso, copia mimética, y en peor expresión, de la del ministro español del ramo. No sería más que otra balandronada a las que nos tienen tan acostumbrados los dirigentes de un PSOE incapaz de entender y respetar la realidad social y política de Euskal Herria.

Lo que retrata a la perfección al personaje (y a su Gobierno y su partido) es la sentencia: «Estamos permitiendo que hubiera la posibilidad de manifestación con un recorrido alternativo». No es un lapsus, sino la verbalización de una convicción. Eso es lo más grave.

Ares, desde el Olimpo policial, se cree titular de la potestad de permitir el ejercicio de los derechos fundamentales. Y a esa capacidad suma también la de impedir el ejercicio de los mismos.

De forma caprichosa, Ares se cree con derecho a permitir que la gente se manifieste, reúna o asocie. Y también con poder para impedirlo. Con la misma frívola y pasmosa tranquilidad, Ares y los suyos permiten o no participar en las elecciones, militar o no en una agrupación política. Es la muestra más evidente del grado de corrupción ideológica al que ha llegado el PSOE en su proceso de fascistización.

Alguien debería explicarle a Ares que, en democracia, los derechos no son permitidos por la autoridad, sino respetados y, en su caso, tutelados. Pero reconocer eso sería tanto como reconocer que los vascos tenemos derecho a manifestarnos, a elegir y ser elegidos... y a decidir nuestro futuro. Y eso, Ares, no lo puede permitir.

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