La canción «Badator Marijaia» de Kepa Junkera es la más oída en la Aste Nagusia, y también la más aclamada y bailada. Ninguna txosna se libró de ponerla repetidas veces durante la noche del sábado, y a estas alturas todavía era capaz de animar a los fiesteros que ya estaban pensando en echar la persiana. Y los últimos acordes de esta popular canción aún resonaban en la cabeza de los bilbainos cuando llegó la hora de despedir a la reina de las fiestas, anoche a lo largo de toda la ría.

A la melodía clásica se le ha sumado ahora la de ``Agur Marijaia'': «Ibaizabalen behera suaren bila besoak zabalik bazoaz dantzan». Pasadas las 22.00, comenzó su último viaje para este año, entre miradas de pena. Su sonrisa parecía recordar a todos que aunque la devoren las llamas, el año que viene volverá para teñir las calles de color y regarlas de música.

Con ello se despidieron unas fiestas que han estado caracterizadas por la reivindicación de las comparsas, que componen la verdadera sustancia festiva de la Aste Nagusia y que han liderado la demanda de respeto al modelo festivo pactado en 1978 y que se caracteriza por ser participativo, democrático y popular.

El sábado por la noche, había quien se lamentaba por no haber sabido administrar bien las juergas y de no ser capaces de disfrutar el último día al cien por cien. Aun así, el Arenal estaba lleno gracias a las txosnas, que ofrecían ambientes musicales muy variados y para todos los gustos. Entre ellos se dejó ver, cómo no, Aratz Irazabal, la txupinera de este año, que acompañada de sus amigos se veía obligada a parar cada dos por tres porque la gente no ha parado de sacarse fotos con ella un solo momento.

Gigantes solidarios

A eso de las 12.30, una multitud se agolpaba ya en el Arenal, donde se oían lejanos ritmos de tambores y dulzainas. Por una esquina del teatro Arriaga asomaba una fila de gigantes venidos de diferentes puntos de Euskal Herria, avanzando como podían entre la muchedumbre.

Daban vueltas al son de la música, danzando sobre el mar de gente que inundaba el Arenal. Se fueron acercando al final de la calle en grupos de cuatro, bailando cada uno a su manera y dando pie a las inevitables comparaciones. «Mira, éstos son más feos», decía una persona del públicos.

Los niños imitaban a los cabezudos que acompañaban a los gigantes metiéndose la mano en la boca y dando golpes con globos naranjas de una marca de telefonía. Entre tanto, los grupos de gigantes deleitaban por su variedad. Antes los ojos de los bilbainos y visitantes pasaron damas y señores de la Edad Media, pastores y pescadores, baserritarras, pelotaris, nobles con bastón de mando y hasta el gigante del Athletic. En total, fueron 40 las figuras que se congregaron en Bilbo para celebrar las fiestas, además de dos más pequeños portados por niños, un grupo de cabezudos y algunos zaldikos.

La gente fue aplaudiendo todos los bailes pero los que más ovaciones recibieron fueron los de la segunda mitad. La comparsa Perrinche de Tutera acudió a la cita con un guerrero que portaba casco, armadura y hacha, una princesa y un rey y una reina con trajes vaporosos y enjoyados que evocaban a civilizaciones antiguas. Su baile fue muy aplaudido por la complejidad y la coordinación que mantuvieron.

Tras ellos apareció la comparsa infantil de Perrinche con unos gigantes algo más pequeños, pero muy originales. Representaban a una pareja de indios con sus respectivas plumas ornamentales en la cabeza, y a otra de caribeños vestidos con colores llamativos.

Los últimos en llegar al Arenal fueron unos gigantes con cara simpática que portaban insignias a favor de los presos y de las comparsas vetadas este año por el alcalde de Bilbao. Los comparseros que estaban viendo el desfile se unieron entonces en un aplauso sonoro.

Arrainak I, txapeldun

Mientras los gigantes daban vueltas por el Arenal, tenía lugar el ultimo concurso gastronómico de la Aste Nagusia, en el que los participantes debían preparar rabo de toro. La comparsa ganadora fue Arrainak II. Sin embargo, el primer premio en la clasificación general se lo ha llevado Arrainak I, gracias a los puntos acumulados durante la semana.

El buen humor no debía cesar, al menos hasta que Marijaia se fuera a descansar, así las comparsas siguieron amenizando la tarde, y mostrando también el último día su habilidad para improvisar todo tipo de concursos festivos. Así, Aixe Berri se animó con la primera edición de lanzamiento de cubitos de hielo con la boca.

La actividad tuvo lugar en su txosna a las seis de la tarde. Al principio la gente se acercaba tímidamente. Había 14 participantes inscritos, pero poco a poco se fueron apuntando más. En la primera tanda concursaron los niños, y los tres que consiguieron lanzar el hielo más lejos se llevaron una bolsa de caramelos como premio.

Los adultos participaron después, animados por sus hijos. El premio que se llevó el ganador fue una botella de txakoli, una botella de vino, y, sobre todo, un buen rato.

Las txosnas siguieron atronando hasta entrada la noche. Al paso de Marijaia llegó la hora de apagar las luces y recordar que fue bonito mientras duró.