Cronica | Acción contra la Banca en Iruñea
LAB se encadena al Santander
Los siete activistas se encadenaron en un instante, mientras los trabajadores de la sede central del Banco Santander de Iruñea miraban con estupor volar por el aire las papeletas y octavillas que, con la firma de LAB y de la Federación Sindical Mundial, explicaban el motivo de la acción: «Banketxeak, lapurrak. No a los recortes de derechos y pensiones».
Aritz INTXUSTA
Una decena de activistas de LAB irrumpieron en la sede que el buque insignia de la banca española, el Banco Santander, ayer a las 11:20. Siete de ellos se encadenaron a dos de las columnas del edificio, mientras otros cuatro levantaron sus pancartas y reivindicaron la acción lanzando octavillas al aire. Acto seguido, uno de los encadenados lanzó un mensaje para tranquilizar los ánimos: «Queremos que nos entendáis. Estamos aquí para denunciar cómo se desvía el dinero hacia las grandes empresas, sin tener en cuenta a los trabajadores. Esta es una acción pacífica del sindicato LAB para denunciar los recortes a los derechos de todos».
Tras unos primeros minutos de desconcierto, los empleados del Santander recibieron la orden de seguir como si nada. Sin embargo, ante la presencia de los encadenados, solidarios y medios, esa pretensión era una imposible. El banco optó entonces por enviar a varios oficinistas a la calle, para explicar a sus clientes que la sede estaba cerrada y que no podrían recibirles hasta que la situación interna no recuperara la normalidad.
LAB celebraba ayer el Día Internacional de Defensa de la Clase Trabajadora, convocado por la Federación Sindical Mundial (que aúna a centrales combativas de todo el globo). Por ello, momentos antes del encadenamiento en la sede central del Banco Santander, había organizado una concentración frente al Parlamento navarro. En ella estuvo presente el secretario de relaciones internacionales de LAB, Igor Urrutikoetxea, que culpabilizó a la banca de la crisis: «Esto no ha venido del cielo. Tiene unos responsables con nombres y apellidos y especialmente la banca». Urrutikoetxea explicó que el objetivo de la acción fue «denunciar a los culpables de la crisis a la que el capitalismo ha condenado a la clase trabajadora», pero también las políticas de «los gobiernos de la UE y EEUU que han recompensado a los bancos con miles de millones de euros» de las arcas públicas.
Al término de la concentración frente al Parlamento, el centenar de personas que había acudido a la protesta se acercó hasta las puertas de la sede del Santander para solidarizarse con sus compañeros que se encontraban en el interior desde minutos antes. Allí desplegaron nuevamente la pancarta, que denunciaba que en seis meses la banca ha ganado 8.000 millones de euros.
80 minutos encadenados
La audacia de los obreros de LAB pilló a contrapié a las fuerzas policiales. Corrían los minutos sin que se tuviera señales de la operación destinada a romper las cadenas de los activistas. Policías forales se asomaron para recoger papeles que se repartían sin que se tuviera idea de qué cuerpo se haría cargo de la situación. Más de una hora después de que los activistas entraran en las oficinas, llegó la Policía española.
Los agentes arremetieron contra la pancarta y se la llevaron. Luego trataron de dispersar a los concentrados, aunque sólo consiguieron apartarlos unos pocos metros más allá. Mientras, una pareja de agentes blindó las puertas del banco, para que nadie pudiera entrar o salir.
En el interior volvieron a corearse con fuerza lemas como «Botín usurero, enemigo del obrero» o «Que la crisis la pague el capital», entre denuncias en contra del recorte a los derechos laborales y las pensiones. Los agentes comenzaron a cortar con cizallas los grilletes de los siete encadenados. Los esposaron en el suelo y se los llevaron hasta una de las esquinas de las oficinas. Allí, de rodillas y con las manos en la nuca, los activistas permanecían bajo la custodia de varios agentes.
Cinco furgonetas de policía se colocaron alrededor del banco creando un perímetro de seguridad, del que también se expulsó a los periodistas. Minutos antes de la una de la tarde, apareció el furgón para trasladar a los siete detenidos hasta la comisaría.
Los activistas fueron recibidos con un aplauso por parte de las personas que llevaban hora y media solidarizándose con ellos en la plaza del Castillo. Tras negarse a declarar ante la Policía, todos quedaron en libertad. Han sido acusados por desórdenes públicos.