GARA > Idatzia > Iritzia> Paperezko lupa

Maite SOROA | msoroa@gara .net

El anonimato de los acusadores

Cuando un comentarista de «El País» empieza su artículo preguntando «¿se atrevería usted a testificar contra un terrorista o un narcotraficante?», es que prepara un ardid. No tengan duda.

Y si, encima, titula la pieza «El desengaño del valiente», pintan bastos.

José Yoldi reconocía que «todo acusado tiene derecho a conocer a quien le acusa», porque así «se trata de evitar acusaciones anónimas y espurias tan utilizadas en las dictaduras para eliminar enemigos políticos». Luego viene el matiz: «Claro que los terroristas, los narcotraficantes y el crimen organizado llevan años amedrentando, cuando no liquidando, a los testigos».

La cosa se complica, así que Yoldi nos explica que «para resolver el problema, la sociedad creó la figura del testigo protegido, que puede ser anónimo, cuando solo el tribunal conoce su identidad y su imagen, u oculto, cuando su nombre se conoce pero declara en el juicio protegido por cortinas o mamparas».

Y el tío se empieza a aproximar al caso concreto: «el pasado mes de julio se juzgó en la Audiencia Nacional a dos miembros de la izquierda abertzale que participaron en 2008 en una manifestación en Zarautz (Guipúzcoa) en la que un testigo les había visto dar gritos en favor de ETA».

No debía tener el testigo la conciencia tranquila, porque «el día del juicio, el testigo, en una comparecencia previa, mostró su preocupación porque los acusados pudieran conocer su identidad, ante el temor a futuras represalias».

La cosa se torció porque «el tribunal decidió comunicar la identidad del testigo a los abogados de los procesados con el compromiso de estos de guardar el secreto».

Y ahora viene lo bueno: «A la vista de lo ocurrido, querido lector, ¿cómo de tranquilo estaría usted sabiendo que su identidad de testigo protegido queda resguardada por la palabra de dos abogados, habituales defensores de miembros de ETA? ¿Siente las mariposas revoloteando en las tripas?».

La intención del artículo es más mala que el sebo, pero cabría preguntarle al autor: ¿Estaría tranquilo Yoldi si cualquier anónimo pudiera acusarle de cualquier cosa y no pudiera defenderse? Yo no.

Imprimatu 
Gehitu artikuloa: Delicious Zabaldu
Igo