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Ignacio Escolar 2010/9/20

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(...) Hoy la ONU se vuelve a reunir para repasar esas bonitas promesas: los Objetivos del Milenio. Por el décimo aniversario hay poco que celebrar. «En el mundo hay cien millones de hambrientos más que hace diez años», asegura Olivier de Schutter, el relator especial de la ONU sobre el derecho a la alimentación. Para Schutter, los Objetivos del Milenio han sido «un fiasco» porque sólo han afrontado los «síntomas de la pobreza» y han ignorado «las causas profundas del subdesarrollo y del hambre», como la deuda, la desigualdad comercial o los paraísos fiscales.

Hay otro motivo más para este fiasco: que los brindis al sol de los políticos son baratos, pero la lucha contra la miseria es cara. Según el secretario general de la ONU, Ban Ki-Moon, hacen falta 100.000 millones de dólares anuales para cumplir con los Objetivos del Milenio, y los países ricos no están por la labor. Hay una solución, propuesta por varias ONGs, que también respaldan la mayoría de los países de la UE y el propio Ban Ki-Moon: la Tasa Robin Hood. Consiste en gravar con un impuesto mínimo todas las transacciones financieras, esos enormes ríos de dinero que recorren el globo. Esta nueva versión de la Tasa Tobin, que planteó el economista James Tobin hace ya cuarenta años, no sólo recaudaría entre 150.000 y 520.000 millones de euros anuales, sino que también penalizaría ciertas operaciones especulativas que están en la raíz de la crisis actual. A pesar del nombre, este impuesto para ricos no sería ningún robo: sólo un 0,05% de cada operación; cuarenta veces menos de la subida del IVA. Es tan justo y razonable que probablemente no prosperará.

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