Carlos Maldonado 2010/9/21
Eppur si muove
En Francia, Sarkozy aupado por la extrema derecha, expulsa a los gitanos achacándoles males que ahora sufre la sociedad gala cuando estos han sido obra de esa «derecha» despilfarradora y parásita. En Chile, los mapuches en huelga de hambre contra una Ley Antiterrorista que los califica así por su origen étnico en cuyo alumbramiento, como digno padre de esa racista legislación, el genocida Pinochet estuvo presente. En Estados Unidos, la extrema derecha ha erigido muros para frenar las oleadas mestizas que provienen del sur y en Israel, su eterno gobierno sionista separa a su población de los palestinos para que no se contaminen con el objetivo final de aniquilarlos para adueñarse absolutamente de sus tierras.
La locura xenófoba, que no es más que la ignorancia en la peor de sus facetas, se ha apoderado de las clases dominantes en el mundo. Culpar a los más débiles y vulnerables, a los más frágiles y desamparados, de las crisis que ellas mismas han creado es su fin y con ello desencadenar nuevas guerras donde sus cuentas deficitarias sean pagadas con la venta de armas y la reconstrucción de las ciudades. ¿No lo fue así en las guerras imperialistas anteriores y actuales?
Esa mentalidad cavernaria puede apreciarse igual en nuestro país y en esferas que uno pensaría imposible. Pero en el mundo del revés se entiende todo de esa forma. Aquí los estudiantes que han puesto el dedo sobre la llaga, que han desenmascarado los negocios sucios que se realizan dentro de los recintos universitarios, son acusados de vagos, drogadictos, peludos, haraganes y estrafalarios. Los que han desnudado la verdad son vilipendiados y descalificados por muchos de esos que utilizan a la Universidad como plataforma politiquera y mercantil. Se relamen con la orden de desalojo. Mientras tanto, como en el fuego cruzado entre futuro y pasado, muchos profesores corren a ponerse a resguardo de las «hordas» estudiantiles tan indóciles, tan rebeldes. Tan críticas, tan irreverentes. Quieren volver a la «normalidad» de su vida desteñida. Vomitan contra el estudiante que desordena su orden establecido. No logran ver más allá. (...)
Ni allá ni acá, la gente desea batirse en escaramuzas pero sí ser tratado con dignidad. Así ha sido el camino de la humanidad. (...)
No hay batallas grandes ni pequeñas, sólo batallas y, a pesar de que muchos crean que las cosas deben seguir como siempre, tenemos que comprender que todo está en constante cambio a pesar de los deseos e intereses de los poderosos, por tanto, prestos a opinar como Galileo ante el Tribunal de la Santa Inquisición: Eppur si muove (Sin embargo se mueve).