José Steinsleger, escritor y periodista
Venezuela: doce más doce
Si las encuestas de tirios y troyanos van bien, el pueblo venezolano obtendrá la duodécima victoria en los comicios parlamentarios del próximo domingo. Suma y sigue: doce años de revolución, doce años de construcción del socialismo.
En la historia política de América Latina y el mundo no hay caso similar: una revolución social sin presos políticos, en relativa paz y, valga la redundancia, con libérrima libertad de expresión y garantías para que los grupos y partidos de oposición se organicen, hagan y digan lo que les venga en gana. Difamación y conspiración incluidas.
Aunque, pensándolo bien, la oposición venezolana da pena. A diario, sus voceros constatan que en la democracia real manda el pueblo. Y en corto musitan: ¿cómo es posible que a ocho años del fallido golpe de abril 2002 no hayamos podido forjar, maquilar o inventar un líder nacional, ni logrado acuerdos entre los candidatos, o articulado, siquiera, propuestas medianamente coherentes para levantar el ánimo de nuestros simpatizantes?
¿Qué le falta a la oposición? ¿Le falta, acaso, poder económico, mediático y el respaldo de las grandes corporaciones del capitalismo internacional? Nada esto le falta. Al antichavismo le falta pueblo y un patriotismo elemental para reconocer que en 12 años el Gobierno de Chávez destinó 60 por ciento de los ingresos fiscales a la inversión social: detinó más de 330 mil millones de dólares en programas de salud, educación y alimentación.
Eso es lo que los auténticamente pobres de seso y espíritu califican de «populismo» «demagogia», «despilfarro». Nostálgicos del pasado que les daba «seguridad» (hambre, insalubridad, pobreza, ausencia de horizontes), los antichavistas sólo han podido juntar un ramillete de flores muertas en la llamada Mesa de la Unidad Democrática (MUD) para enfrentar al Partido Socialista Unificado de Venezuela (PSUV), liderado por Chávez.
La MUD es una mesa de arena sobre piso mojado. A la derecha, aglutina a socialdemócratas y demócratas cristianos (los «históricos» partidos Acción Democrática y Copei), y sellos de cuño neoliberal y liberal: Alianza Bravo Pueblo, Fuerza Liberal, Movimiento Republicano, Patria para Todos, Podemos, Primero Justicia, Nuevo Tiempo. Y a la izquierda, cuenta con Causa R (ex comunistas), el Movimiento al Socialismo (sic, MAS), más los intelectuales despistados que leen «El País», de Madrid.
En 2005, los antichavistas se negaron a participar en los comicios legislativos por «falta de garantías». Pero ahora, aconsejados por los «expertos» de Washington, los grupos y partidos de la MUD buscan el número de diputados necesarios para obtener 56 de los 165 escaños de la Asamblea Nacional (Parlamento).
De conseguirlos, se dificultaría la adopción de «leyes orgánicas» (que requieren dos tercios de los diputados). Pero si alcanzan el ideal de 67 escaños, la aprobación de «leyes habilitantes» encontraría serios obstáculos. Justamente, las «leyes habilitantes» (semillero de las principales reformas sociales) permiten que el presidente legisle por decreto (ídem, tres quintas partes de los diputados).
Por otro lado, cualquier aproximación a la revolución bolivariana debe incluir la importancia geopolítica y geoeconómica de Venezuela. Como es sabido, Estados Unidos es el principal consumidor de petróleo crudo y gas natural del planeta (22,5 y 22 por ciento). Sin embargo, desde 1985 sus reservas decaen de manera irreversible, y hoy apenas son de 2,4 y 3,6 por ciento.
El American way of life importa cerca de 66 por ciento del petróleo que consume. Sus principales proveedores son Canadá (20 por ciento), seguido por Arabia Saudita, México y Venezuela. No obstante, las reservas de Canadá y México (32,3 por ciento de las importaciones) también declinan. Al ritmo de extracción actual (datos de 2008), las reservas estadunidenses se habrán agotado en 2020.
Si al petróleo que el imperio importa desde Venezuela y Ecuador (12,81) sumamos el de Colombia tenemos 14,63 del total. Si añadimos Brasil, el petróleo sudamericano será el segundo volumen en importancia que se exporta hacia Estados Unidos.
Las reservas mundiales probadas de petróleo (mil billones de barriles) llegarán a su fin dentro de 42 años. Las de Venezuela se ubican en 172 mil 323 millones probados. Y una vez certificadas las descubiertas en la franja del Orinoco, se convertirán en la mayor reserva de crudo comprobada del planeta: 313 mil millones de barriles, seguida de Arabia Saudita (264 mil millones).
De ahí la trascendencia histórica de los comicios venideros. En los planes de Wahington, la revolución bolivariana se alza como el obstáculo más temido para transformar el Golfo de México, América Central y el norte de América del Sur en el nuevo «medio oriente» americano.
El peligro consiste en que los antichavistas instalen, de alcanzar los escaños requeridos en la Asamblea Nacional, una situación similar a la que en junio 2009 padeció el presidente de Honduras, Manuel Zelaya. En tal caso, la invasión militar de Estados Unidos no tardará en llegar.
© La Jornada