«Había que arrojar luz a ese periodo de la historia francesa»
La memoria histórica ha sido un tema recurrente en la 58 edición del Festival. «Elle s'appelait Sarah», película que clausuró ayer la Sección Oficial, narra la «historia negra» del colaboracionismo en el Estado francés y sus consecuencias entre sus ciudadanos.Maddalen LARRINAGA | DONOSTIA
En mayo de 2002, a Julia Jarmond, periodista americana afincada en París desde hacía veinticinco años, le encargaron un artículo sobre el sesenta aniversario de la redada contra los judíos en el centro de la capital francesa. Los cerca de 10.000 judios apresados fueron llevados al Velódromo de Invierno de París, donde permanecieron antes de ser trasladados a los campos de concentración. Julia irá desmenuzando los acontecimientos de aquel año y se topa, curiosamente, con la historia de Sarah, relacionada con su familia política. Tras este descubrimiento, no descansará hasta conocer el destino de la joven y su relación con la familia de su marido.
«Elle s'appelait Sarah», que es una adaptación del libro homónimo de la escritora francesa Tatiana de Rosnay, pretende, en palabras de su director Gilles Paquet-Brenner, «arrojar luz» sobre ese periodo de la historia del Estado francés que se ha omitido durante años. «Leí la novela y me perturbó, me conmovió, pero no sólo por la historia, sino porque yo también perdí a parte de mi familia en aquellos campos de concentración», explicaba.
Y, siguiendo ese hilo, Tatiana de Rosnay aclaraba que la novela se escribió para recordar a los más de 4.000 niños de aquel velódromo parisiense. «No escribí la historia con guantes. Durante muchos años no se ha hablado de ello, y esa lucidez o dureza -a la que se había referido un periodista en la sala- era necesaria», declaró.
Gilles Paquet-Brenner (París, 1974) ha dirigido cinco largometrajes que han conseguido gran éxito en su país: «Les jolies choses» (2001), «Gomez & Tavarès «(2003), su secuela «Gomez & Tavarès, la suite» (2007), «UV» (2007) y «Walled In» (2009).
En este proyecto ha trabajado con Kristin Scott Thomas («The English Patient», 1996) y Méluse Mayance, quien, a sus once años, es casi una veterana; ya que fue descubierta a los siete. Aun así, en el equipo de Paquet-Brenner se introdujo a un psicólogo para controlar los efectos que las duras escenas que la pequeña debía interpretar pudiesen provocarle.
Tanto el director como la escritora quisieron recalcar ante la prensa reunida en la presentación de la cinta que, ante todo, «la película está hecha para los franceses»; por eso, se centra en las consecuencias psicológicas que aquellos acontecimientos tuvieron en la generación de la protagonista, la pequeña Sarah, pero también en las que provocaron en las siguientes. Y es que, a su parecer, lo importante no era contar los hechos históricos, ya que para eso están los libros de historia; lo que buscaban era enseñar qué fue de aquella gente y cómo siguieron, los que pudieron, con su vida.
En respuesta a los comentarios de la prensa sobre la suavidad con que se trata a la sociedad francesa que cerró los ojos, el director aclaró que no le interesaba ser maniqueo. «Me interesaba la zona gris de la sociedad», puntualizó, aquella en la que nada es blanco o negro, bueno o malo, sino gris.
El personaje de Sarah, aunque muchos lectores hayan llegado a pensar que fue real, es fruto de la imaginación de Rosnay, aunque, según relató ella misma, «a raíz de las investigaciones y entrevistas que realicé, hay algo real en ella».