Derrota en San Mamés
Demasiadas dificultades
El Athletic mantuvo el tipo la primera media hora, pero la expulsión de Fernando Amorebieta elevó la dificultad al máximo. El Barcelona se adelantó tras el descanso y los rojiblancos, en inferioridad, tuvieron que jugar a remolque.
Amaia U. LASAGABASTER
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No era precisamente de arena, pero dos golpes derrumbaron el castillo rojiblanco. El Barcelona siempre es un hueso duro de roer, más aún si salta al campo sabiendo que una victoria le permitirá recuperar ventaja sobre su eterno rival, y qué decir si hay que hacerle frente en inferioridad durante casi una hora.
Ése, la expulsión de Amorebieta a diez minutos del descanso, fue el primer cañonazo a los cimientos del Athletic. El segundo llegó a los diez de la reanudación, cuando Keita hacía el 0-1. Una rampa que ni las de la Bola del Mundo. El Athletic, como Ezequiel Mosquera, no se rindió; el Barcelona, más ambicioso, o más fuerte, que Vincenzo Nibali en la última etapa de la Vuelta, no sólo se sintió cómodo con su renta, sino que además la amplió. Al Athletic, como al corredor gallego, le quedó el reconocimiento al pundonor; pero los tres puntos volaron a Barcelona. Y por mucho que ése no fuera un resultado impensable, a la familia rojiblanca se le quedó, como reconocía Joaquín Caparrós la víspera, la misma cara que con cualquier otra derrota.
Sobre todo porque, hasta la expulsión de Amorebieta, el Athletic mantuvo el tipo. Al menos tanto como para poner en duda el resultado mayoritario en las apuestas. Tal y como estaba previsto, los pesos pesados que se habían tomado un respiro el martes -Orbaiz, Gurpegi y Gabilondo- regresaron al césped para componer el que se va perfilando como equipo tipo de Caparrós. Vamos, que es probable que el once bilbaino mereciera la aprobación del mismísimo Jose Mourinho.
Hasta es posible que el portugués esbozara una sonrisa durante la primera media hora, en la que el Athletic amenazó con seguir dándole emoción a la parte alta de la clasificación. Sin excesos. A fin de cuentas, para cuando los rojiblancos enviaron su primer balón entre los tres palos -un disparo con la zurda de Llorente desde la frontal que no creó excesivos problemas a Víctor Valdés-, Gorka Iraizoz ya había firmado dos paradas de mucho mérito, el palo había desviado un remate de Villa y otra media docena de jugadores blaugranas habían probado suerte, mala, en la portería local.
Pero el equipo de Pep Guardiola no acababa de dar esa sensación de avalancha que aterroriza a la zaga más curtida. Y además sus delanteros no parecían tener su mejor día. Tanto que uno de los mayores especialistas de la Liga en fastidiar al Athletic, David Villa -diez goles en, con el de ayer, 15 partidos- se fue a la caseta tras haber desaprovechado media docena de ocasiones.
Pero si una de las especialidades del asturiano es la portería bilbaina, una de la de los bilbainos es jugar al más difícil todavía. Así que, a diez minutos del descanso, Amorebieta perdió un balón en el centro del campo y en su intento de recuperarlo se llevó a Andrés Iniesta por delante. Tarjeta roja para el zaguero vizcaino y casi una hora en inferioridad para su equipo. Que siguió aguantando e incluso amagó con rebelarse, pero la velocidad de Igor Martínez a la contra pierde eficacia ante pares como Pedro o Alves.
A Joaquín Caparrós le tocó rediseñar el equipo en el vestuario. Carlos Gurpegi, central provisional, recuperó su puesto en el centro del campo; Aitor Ocio, que no se vestía de corto desdehacía casi un año, reforzó la defensa; y Óscar de Marcos refrescó el ataque. San Mamés también echó el resto y casi revienta cuando Javi Martínez envió un balón al palo.
La sentencia
Nadie habría querido creerlo en ese momento, pero ahí acabó el partido. O, más concretamente, con el balón que, esta vez sí, acababa en las redes de Iraizoz diez minutos más tarde. Tocaron Iniesta y Villa y remató Keita para enfrentar al Athletic con una rampa prácticamente irremontable. No ya por la inferioridad o por la desventaja, sino porque con el marcador a favor, el Barcelona sí se sintió a sus anchas. Las llegadas al área rojiblanca se sucedieron, Iraizoz tuvo que multiplicar sus brazos y aunque el palo volvió a echar una mano repeliendo un chutazo de Iniesta -al que San Mamés no perdonó su recuperación milagrosa-, la sentencia acabó llegando. Se encargó Xavi, con un disparo desde el borde del área, que tocó en un zaguero local antes de entrar.
El Athletic se veía muerto en ese momento, incapaz de sacar el balón de su área, y ya había quien empezaba a temerse una goleada. Hasta que a los hombres de Caparrós les dio uno de esos arrebatos tan suyos. Demasiado tarde, como sucediera frente al Atlético de Madrid, aunque con suficiente tiempo para maquillar el marcador y volver a levantar San Mamés. En el 89, Valdés se lució ante un testarazo de Javi Martínez, pero De Marcos recuperó para que Gabilondo anotase el gol bilbaino. Lamentablemente, el bajón fue inmediato. Lo provocó Busquets, culminando una contra que llevaba al marcador el definitivo 1-3.
Un varapalo con recuperación forzosa. La visita al Valencia del próximo sábado exigirá la mejor versión del equipo.