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Movimientos políticos en Euskal Herria

Mesa de partidos, esa cosa tan subversiva y extraña

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Ramón SOLA

El Acuerdo de Gernika y algunas menciones en la entrevista a ETA han devuelto a primer plano informativo la cuestión del diálogo político pendiente en Euskal Herria. Mesa de partidos, según la terminología más utilizada por los políticos que se han referido al tema. Los enemigos más recalcitrantes de la solución ya muestran su incomodidad total con esta propuesta, mientras los partidarios consensúan cómo impulsar un escenario que la propicie. Pero lo relevante, y a la vez sorprendente, es constatar que efectivamente el diálogo político resolutivo se había convertido en una idea fuera de agenda política, casi subversiva y revolucionaria a nivel teórico, además de inverosímil en la práctica.

Justo ahora se van a cumplir cuatro años desde las conversaciones de Loiola, y más de tres desde que se produjo el último intento de arreglo político sólo a dos bandas, entre PSOE y Batasuna. Toda una legislatura. El diálogo político resolutivo es ensalzado en todas las partes del mundo, aun en situaciones de conflicto armado virulento como la palestina o la colombiana, pero se ha convertido en una idea extraña en Euskal Herria. Eso hay que achacarlo lógicamente a quienes siempre han rechazado esa búsqueda de nuevos acuerdos porque están muy cómodos con el marco trampeado en la transición y superado claramente tres décadas después, pero también está en el debe de otros que sí creen que la solución final al conflicto político pasa ineludiblemente por esa mesa y ni en los cuatro años últimos ni antes han hecho gran cosa para materializarla.

Así se llega a declaraciones como las de Iñigo Urkullu, presidente del PNV, que ayer se ofrecía como «interlocutor entre el mundo abertzale y no abertzale» para ese diálogo pendiente, como si cupiera la equidistancia entre quien quiere hablar y quien no, y como si el papel que correspondiera a los jeltzales fuera siempre el de maestro de ceremonias o «casco azul». Más problemas todavía encontró José Antonio Pastor (PSE) para situarse ante la renacida idea de la mesa de partidos: «Se puede hablar de política, de independencia, de lo que se quiera, cuando no exista ETA, pero a ETA no se le puede dar ningún premio porque haya matado ni porque deje de matar (...) Llegará el momento, espero que pronto, en el que se pueda hablar de todo, de lo que unos y otros quieren, y entremos en la discusión políitca de cualquier país normal en que cada opción política plantea desde la palabra lo que le parece, sin amenazas».

La cuestión es más nítida que las palabras de Pastor o Urkullu. El Acuerdo de Gernika la concreta. Diálogo y negociación política en base a los principios Mitchell -es decir, sin interferencias ni condicionamientos violentos- para buscar un acuerdo incluyente entre todas las culturas políticas del país sobre el derecho a decidir, el modelo jurídico-institucional interno y el tipo de relación con los estados, incluida la independencia. Sencillo de entender. ¿Están o no de acuerdo con ello PNV y PSOE?

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