Estamos en la parte enajenante del acontecimiento. Las emociones se superponen e impiden la racionalización de lo que ha sucedido, lo que se ha vivido al segundo, en vivo y en directo. Dicen que ha sido el espectáculo televisivo más visto en la historia de la humanidad. Más que el supuesto paseo de unos hombres por la Luna. Más que los Juegos Olímpicos. Más que el Campeonato del Mundo de Fútbol. ¿A qué se debe? A la carga emocional, a la incredulidad con la que se tomó en un principio la propuesta de hacer un agujero en la tierra para llegar hasta el lugar donde estaban los mineros atrapados, a la promoción durante dos meses, al dispositivo técnico y televisivo, a la necesidad que tiene el ser humano televidente de engancharse a algo positivo, y el rescate es, en primer lugar y sin dudas, una noticia muy positiva.

Tanto que deberemos empezar a desmigar las claves, los mensajes perpetuos, machacones lanzados durante las veintitantas horas de televisión global en directo, la oportunidad política, el aprovechamiento mediático. La asunción de un patriotismo que se considera de consenso, identitario, acumulativo, de tal manera que el presidente actual se llena de orgullo asegurando que se ha hecho un rescate, «a la chilena». Claro, se podría decir que todo venía de una negligencia empresarial y gubernamental, «a la chilena». Las causas de este acontecimiento televisivo se han ocultado. Los ha tapado el rescate, la cápsula. Solamente en RNE hablaron los sindicatos chilenos de minería que señalaron el excesivo protagonismo del presidente, el secuestro de los sindicatos. Detalles a tener en cuenta. Como que no comenzó el operativo hasta que el señor Piñeira llegó de un viaje institucional.

Obviando, temporalmente, estos detalles, lo cierto es que el ritmo fue magistral, la puesta en escena impresionante, los actores estuvieron perfectos y la dirección magnífica. Probablemente estemos ante un hecho que ha abierto, quizás sin pretenderlo, un nuevo tiempo televisivo. Los reality van a verse influenciados. Todo ha sido tan asombroso que hasta puede parecer mentira. Tanta precisión, tanto abrazo, tanta lágrima, tanto discurso, nos deja anonadados.