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Xabier Silveira Bertsolari

CEP en EH

Para jugar al póquer en torneos prestigiosos no tengo por qué ser ni rico, ni cristiano, ni alto ni guapo. Eso sí, lo que no puedo ser es vasco, tengo que ser español. Y para más inri, si quiero jugar en el único torneo de más de un día que se celebra en Euskal Herria, también debo ser español

Unos fuman winston, otros Ideales y el que le guste colillas de los bares...», cantaba Kaxiano; no, ése no, el otro, el hijo del portugués. Para gustos los colores y las flores, o las lentejas, que si quieres las comes y si no te quejas. A cada uno le va un rollo; a cada una, una movida diferente. Siempre, o casi siempre, se tiende a pensar que la equivocación ajena es la causa de esa diferencia sin llegar a la conclusión de que el efecto rebota y en nuestro espejo explota. Y aunque la equivocación mutua debería llevarnos a un empate técnico al cual no estamos dispuestos y a sabiendas de que seremos juzgados por nuestros actos cien veces por minuto, nos resignamos a -no sin dudas y vergüenzas- hacer lo que nos gusta hacer.

Así, unos van al monte, otros recogen setas y otros hacen footing, algunos juegan al futbol mientras otros miles lo intentan, del mismo modo que hay quien colecciona sellos o fuma tabaco en cachimba. Incluso hubo un tiempo en el que grupos de jubilados se pasaban el día observando obras o chavales que practicaban el tuning: pero, como ya no hay obras, ya no hay tuning. Y probablemente, guiado el deseo por la esperanza, en tiempos de crisis y vacas flacas, juzgados por todos tal y como nosotros los juzgamos, nos ha dado a muchos por jugar al póquer (puede que me repita, pero hay razón.)

Mitad morbo hollywoodense, mitad genética apostadora, las partidas de póquer se han extendido en Euskal Herria como en tiempos anteriores lo hizo la pólvora. Un juego de azar en el que la habilidad de cada cual puede hacer variar completamente el devenir de una jugada. Un juego en el que los silencios dicen lo que las palabras callan, por lo que las frases antológicas y las máximas abundan. «Se puede esquilar a una oveja cien veces, pero despellejarla sólo una», dijo Amarillo Slim, y «Seres de todo credo, raza y condición, bienvenidos al mundo de póquer», dice Juan Manuel Pastor, el capitán del equipo español de PokerStars cada vez que retransmite un evento del EPT, el circuito más prestigioso de Europa. Pero, es lo que tienen las palabras, tras lo integrador de la oración... con España hemos topado. Puede que el señor Pastor nunca haya pensado en ello, pero jugar en nombre de España impide en sí mismo jugar como vasco, catalán, gallego, castellano, etc., etc., etc. Para jugar al póquer en torneos prestigiosos no tengo por qué ser ni rico, ni cristiano, ni alto ni guapo. Eso sí, lo que no puedo ser es vasco, tengo que ser español. Y para más inri, si quiero jugar en el único torneo de más de un día que se celebra en Euskal Herria, también debo ser español, pues es una prueba del CEP, Campeonato de España de Poker, que mira tú por dónde se celebra este fin de semana en el Casino Kursaal de Donostia. Pero ni el Pastor ni el Casino son responsables de lo que la comunidad de póquer de Euskal Herria no nos atrevemos a hacer: poner en marcha un ente que agrupe a los clubs y jugadores de toda Euskal Herria y aunar nuestras fuerzas para que el póquer no acabe siendo otro instrumento para negar lo que somos. Un pueblo, una nación. Aquí no se puede hacer check.

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