GARA > Idatzia > Kultura> Zinema

La soledad del creador del sistema para hacer amigos

«La red social»

p038_f01_148x124.jpg

Mikel INSAUSTI | DONOSTIA

Semanas y meses antes del estreno de «La red social» ya se estaba debatiendo sobre el tema, porque a la gente le hace falta un buen pretexto para hablar sobre las redes sociales. No todo el mundo se atreve a decir lo que piensa al respecto, seguramente por temor a que si se posiciona en contra le tomen por alguien desfasado y anticuado. La mayoría no quiere pasar por un «ludita», un ignorante en el correcto uso de las herramientas del futuro. Y es por esa razón que la vorágine del progreso nos arrastra sin tiempo para la reflexión, para discernir si sus perjuicios pueden sobre los beneficios, o no.

David Fincher ha hecho una película totalmente necesaria, que abre un tiempo de debate sobre el impacto de las redes sociales en nuestros nuevos modos de comunicación y de vida. Yo soy de los que piensan, sin ambages, que las redes sociales son el mayor fraude de la historia de la humanidad. Y es que no cabe ninguna duda de que, tal como van las cosas, los timos sólo pueden venir de la mano de las nuevas tecnologías, teniendo en cuenta que internet permite que el engaño tenga un efecto masivo.

La prueba está en que en una sesuda tertulia intelectual, los intervinientes terminaron discutiendo quién de ellos era el que tenía más amigos en Facebook, con un cierto tonillo de ironía que no consiguió evitar la sensación de bochorno.

Los más moderados y conciliadores opinan que el fallo está en la perversión de la palabra «amigo», mal empleada desde el principio por Mark Zuckenberg, quien en la vida real no ha tenido oportunidad de llegar a saber por experiencia propia lo que significa dicho concepto. En su lugar debería haberse limitado a utilizar «agregado» o «contacto», términos más literales a la hora de definir el tipo de relaciones virtuales que se establecen a través de la red.

Alguien le debería explicar al inventor de Facebook que la amistad es otra cosa más compleja, y que requiere ineludiblemente un compromiso real, cara a cara. De lo contrario, y si damos por válido al ciberamigo, habrá que reconocer que ahora la amistad ya no es desinteresada y se rige por el principal afán de estar bien relacionado, haciendo el mayor número posible de ciberamigos. Y de ahí que se oiga repetir una y otra vez con total naturalidad el terrible aforismo: «Si no estás en Facebook, no eres nadie». Y, claro, nadie quiere verse excluido socialmente, por lo que sin darse cuenta uno llega a entrar en el juego.

Otra de las cuestiones controvertidas que surgen alrededor de «La red social» es la de la avaricia, tratada al mismo tiempo en la nueva entrega que ha hecho Oliver Stone de «Wall Street». Lo espinoso es que la idea de avaricia va hoy en día directamente relacionada con la juventud, en eso que eufemísticamente se ha dado en llamar «jóvenes emprendedores».

David Fincher trata de delimitar dónde termina el lícito estímulo emprendedor y dónde empieza la usura que conduce al capitalismo más agresivo. No se puede echar a los jóvenes la culpa de los males que ha traído el neoliberalismo, por más que algunos de ellos se hayan enriquecido a costa de la ruina de otros.

A estas alturas es de sobra sabido que nadie se hace millonario honradamente, y Mark Zuckenberg tampoco utilizó métodos muy éticos para lograr tener tanto dinero siendo un veinteañero. Hubo de traicionar a sus primeros colaboradores, a aquellos que se creyeron sus amigos y que en la actualidad son quienes interponen demandas judiciales contra él reclamando su parte del pastel.

Pero Zuckenberg no deja de ser, nunca mejor dicho, un millonario virtual. La realidad del resto de la juventud es otra, y ahí están las cifras del paro juvenil, también en EEUU. No se puede hablar, por tanto, de un fenómeno generacional de nuevos ricos. Además, el tipo de relaciones interesadas que se establecen a través de las redes sociales afectan a toda la sociedad y, de hecho, los adolescentes tienen sus sitios propios en internet, que nada tienen que ver con las preocupaciones que se mueven allá donde otros buscan promocionarse a sí mismos o a sus negocios.

Don perfecto

Nadie mejor que David Fincher para hablar de defectos humanos y nuevas enfermedades sociales, porque el cineasta conoce la perfección en su oficio y la aplica a raja tabla. Desde esa seguridad se permite estudiar y representar la imperfección sin que nadie le pueda achacar que peca de lo mismo. En sus películas no hay fallos, ni tan siquiera en «El curioso caso de Benjamin Button», que es lo más arriesgado que ha hecho. Una película en la que se puede apreciar su dominio del tiempo, y da igual que sea el presente o el pasado. Le bastan unas pinceladas para recrear distintas épocas.

La crítica ha saludado a «La red social» como la película de Facebook y como la película de la década. No en vano, resume lo que han sido estos diez años que llevamos de nuevo siglo y nuevo milenio. No ha tenido problema alguno para delimitar dicho período, gracias al magistral guión que le ha servido Aaron Sorkin, basado en el libro que Ben Mezrich escribió asesorado por Eduardo Saverin, el colaborador que más tiempo aguantó al lado de Zuckerberg hasta que se dio cuenta que el «amigo» se había quedado con todos los derechos y beneficios de la marca Facebook.

A Mark Zuckenberg nunca le gustó la idea de que se hiciera una película sobre Facebook, e incluso antes de verla arremetió contra ella. Sabía que los antiguos colaboradores que le han demandado influirían en el retrato de su persona, y él se considera un triunfador envidiado por un grupo de perdedores. Sin embargo, en «La red social» provoca pena en el público, puesto que tener tanto dinero y verse solo resulta una contradicción demasiado fuerte para vivir con ella. La promoción de la película ha destacado la frase: «No haces 500 millones de amigos sin ganarte algunos enemigos». Es una forma muy irónica de ilustrar cómo quien se creía el más listo de la clase ha acabado cayendo en su propia trampa.

La caricatura que hace del personaje Jesse Eisenberg, el joven actor con más talento en Hollywood, tiene que doler al interesado porque es de lo más convincente. Interpreta muy bien al estudiante oportunista, que sabe sacar provecho del ambiente universitario ya que, mientras los demás viven el momento y tratan de confraternizar fuera de las aulas, él se adelanta y piensa en convertir dicha utilización del tiempo libre en un negocio millonario.

El egoísmo palpable en el protagonista no se circunscribe a los colegas que va dejando en el camino, sino a su relación con la primera y única novia que, en cuanto descubre que es un interesado, corta con él. Y lo hace de un modo tan fulminante que la actriz Rooney Mara sólo tiene un pequeño papel. Está mucho más presente Andrew Garfield, fichado como el nuevo Spider-Man, debido a que interpreta al ya mencionado colaborador Eduardo Saverin.

Imprimatu 
Gehitu artikuloa: Delicious Zabaldu
Igo