Lo importante es que Luis Berdejo ha salido bien parado de un proyecto tan traicionero como «La otra hija» porque, a pesar del fracaso comercial, la crítica ha sabido salvar su buen pulso narrativo, sobre todo como creador de atmósferas. Eso quiere decir que en la parcela de la realización en que ha sido directamente responsable no se le puede achacar ninguna pega, mientras que son los aspectos de producción ajenos a su control los que han fallado. «La otra hija» se estrenó tarde y mal, algo que viene sucediendo con las últimas películas protagonizadas por un Kevin Costner que ya no tiene el tirón de antes.

El donostiarra tampoco ha podido tener la última palabra en aspectos relacionados con la producción artística, y así tuvo que ceder a la presión para que la banda sonora estuviera omnipresente en el montaje, cuando él quería meterla de un modo más sugerente. Con el guión ha sucedido más de lo mismo, ya que no llega a figurar en los créditos en calidad de guionista, debido a que finalmente ha imperado lo escrito por John Travis, adaptador de un relato corto original del irlandés John Connolly.

El resultado en la pantalla no engaña, puesto que la historia se queda corta y es muy previsible. La originalidad está más bien en el tratamiento visual, al que Luis Berdejo ha dado su sello. La vertiente sobrenatural de «La otra hija» no sorprende, así que el cineasta trata de ahondar más en el drama familiar. Así explora la relación paternofilial representada por Kevin Costner e Ivana Baquero, la niña de «El laberinto del fauno». Se trata de un hombre recién divorciado que no conoce a su hija, y que no sabe cómo reaccionar ante los cambios propios de su edad. Por si fuera poco, la transformación pasa por manifestaciones externas paranormales.