karakorum Big wall
El Amin Brakk cae ante el encanto de una cordada femenina
La cordada formada por la rusa Galina Chibitik y las ucranianas Anna Yasinskaya y Marina Kopteva firma la segunda ascensión completa y primera femenina de la vía Checa (VI, A3/A4, 7b+, 70º, 1650 m) del cincomil paquistaní. Escalaron en estilo cápsula.
Andoni ARABAOLAZA I
La actividad que traemos a estas páginas tiene un componente muy especial, a pesar de que apenas se ha propagado en el ámbito que nos corresponde. Cayeron algunos muros, pero otros (y no precisamente los que se escalan) parece que todavía siguen vigentes. Y lo decimos porque resulta realmente costoso que actividades relevantes firmadas por protagonistas fuera del mundo occidental «vuelen» a nuestras manos.
Y eso ha ocurrido con la sobresaliente escalada realizada en el Amin Brakk (5.850 m, Karakorum) por una cordada compuesta por tres chicas: la rusa Galina Chibitik y las ucranianas Anna Yasinskaya y Marina Kopteva. Pues bien, este trío ha firmado la segunda ascensión completa y primera femenina a la vía Checa (VI, A3/A4, 7b+, 70º, 1.650 m) en la cara oeste del cincomil.
Tres escaladoras-alpinistas totalmente desconocidas para el colectivo occidental que cuentan con un bagage sorprendente. La líder de la expedición, Kopteva, es una de las escaladoras alpinas más importantes de la actualidad. En su país natal, Ucrania, ha ganado un sinfín de campeonatos de escalada y alpinismo. Y también se ha embolsado las paredes más importantes de la región y sus alrededores de dificultades en la escalada rusa de hasta 6b. Por ejemplo, en abril resolvió en solitario una de las vías más duras técnica y sicológicamente del Marcheka (Crimea): «Center» (6a, VI+, A2).
Su compatriota Yasinskaya tampoco se queda atrás, escalando itinerarios muy comprometidos y difíciles del Ak-SU, Pico Odessa... Y la rusa Chibitik también es una fiera, y es que cuenta con rutas de hasta 6b en invierno; como por ejemplo, con una primera invernal (6c, A3) en la oeste del Pico 4810 en Karavshin.
Muy rápido
Las tres grandes desconocidas para el público occidental llegaban al campo base del Amin Brakk el 22 de junio. La oeste del cincomil es un murallón donde parte de la elite de los bigwalleros ha abierto líneas muy significativas. «La lejanía y la inaccesibilidad de las paredes le dan un espíritu de aventura. Nuestro objetivo era descubrir e investigar ese muro complejo, técnico y con rutas de gran belleza. No tiene casi nada en común con vías de otros lugares del mundo», afirma Kopteva.
Y no le falta razón. En la década de los 90 hubo muchos intentos, pero no fue hasta 1999 cuando en esa pared se abrieron las dos primera líneas casi al mismo tiempo. Por una parte, la Checa de Filip Silhan, Marek Holecek y David Slatny. Y por otra, la «Sol Solet» (VII+, 6c, A5) de los catalanes Pep Masip, Miquel Puigdomenech y Sílvia Vidal. Recordemos que dos años después Adolfo Madinabeitia y Juan Miranda abrieron allí mismo «Namkor» (6b, VII+, A5).
Cinco jornadas después de llegar al campo base, la cordada femenina escaló los tres primeros largos del objetivo que tenían entre manos. Una vía caracterizada por un sistema de fisuras muy apto para la escalada en libre. Pero el reto de la cordada no era forzarla en ese estilo (se ha llegado hasta 7b+), y es que el trío se maneja mucho mejor en el artificial.
Aunque se lo toman con paciencia, Yasisnkaya, Chibitik y Kopteva escalan bastante rápido: «En las primeras jornadas sólo podíamos escalar hasta el mediodía, ya que a partir de la tarde nos veíamos inmersas en un callejón sin salida a causa de los desprendimientos de roca».
Las escaladoras aseguran que se vieron sorprendidas con la inmensidad de la pared y con la dificultad de algunos de los largos de la vía elegida: «Alguna que otra tirada resultó muy compleja. Entre nosotras comentábamos que nos llevaría unas dos horas y al final parecía que no la íbamos a escalar. Nunca hemos visto una pared tan abrupta; un gigante de granito como esta pared oeste del Amin Brakk. La parte inferior de la ruta nos pareció más dura que lo que hemos escalado en El Capitán. A pesar de nuestros `lloriqeos' segimos adelante superando con dificultad los largos que teníamos por delante».
Apostaron por el estilo cápsula, y para el 14 de julio ya escalaron las dificultades más duras de la vía. Mueven la hamaca hasta el vértice de la cornisa en la parte superior de la pared. Por delante tenían una arista cimera que también les dio bastante trabajo, y es que tuvieron que abrir camino con nieve hasta la cintura.
Finalmente, las escaladoras teminaban la vía y hacían cima cinco días más tarde. Según relata Kopteva, fueron 18 jornadas intensas de actividad: «El descenso tampoco fue nada tranquilo. En algún que otro rapel tuvimos problemas con las cuerdas. Hubo momentos de tensión, pero llegamos sanas y salvas a la base de la pared. Esta expedición ha sido un regalo. Tres mujeres pasamos 18 días compartiendo un espacio cerrado. Con frío y con calor. Momentos inolvidables».
De esta forma finalizaba la expedición del trío femenino en la cara oeste del Amin Brakk, en la vía Checa. Una gran actividad realizada por unas escaladoras desconocidas de gran nivel.
Mientras que la cordada femenina ruso-ucraniana se hacía con la señalada vía Checa del Amin Brakk, bajo la dirección de Simón Elías cinco representates del equipo femenino de alpinismo de la FEDME firmaban una primera en una torre virgen situada en la cadena del Masherbrum (Karakorum).
Bautizada como Sebas Tower, Elías compartía apertura con Miriam Marco, Asunción Yanguas, Patti Traspando, Maialen Ojer y Maider Fraile (estas dos últimas son alpinistas navarras). Una torre virgen de 5.860 metros de altura, y una línea creada en plena arista noroeste: D+, IV, 75º, 900 m.
Tras aclimatar por otros picos de la zona, las componentes del ENFA de la FEDME divididas en dos cordadas le hicaban el diente a la torre virgen el pasado 13 de agosto. «Fueron 19 horas de intensa actividad. Nos pusimos en marcha a las doce de la noche. Las dos cordadas avanzábamos a un ritmo tranquilo. Pimero, por un corredor marcado con su fin colgado en una hermosa cornisa. Bloques sueltos y roca mojada hacían que se escuchara: `empieza la escalada'. La nieve estaba húmeda y apelmazada, y apenas teníamos suficiente visión para progresar. Vacio a los laterales, contínuos desprendimientos... Con el amanecer aumentó poco a poco la visión», informan las alpinistas.
La progresión no fue nada sencilla debido a la humedad reinante. Además, la niebla cerrada no les permitía ver con claridad la línea a seguir. Todo ello hizo que el ritmo de las alpinistas fuera pausado hasta que llegaron a unos muros que les indicaron por dónde debían de progresar.
«Tornillo tras tornillo continuaba el avance por un muro interminable del que pendían unos seracs espectaculares. Tras el muro final, una cornisa indica que estamos casi en la cima. Como si de un caballo se tratara, una tras otra nos montábamos sobre ella para pasar al otro lado y poder seguir por una travesía lateral que llevaría a la cumbre. Una cima del tamaño de una mesa de salón. El tiempo empeoró y empezamos el descenso. Esta vía se la dedicamos a nuestra compañera Vanessa Addison», señalan las protagonistas de esta actividad. A. A.