Raimundo Fitero
Soberbia
Decía el cínico: «bienaventurados sean nuestros imitadores porque de ellos serán nuestros defectos». Algunos políticos han interiorizado este aserto y aparecen públicamente como si fueran su propia imitación. Piensan que así se perderá el efecto crítico sobre su propia persona, se diluirá en el limbo de la ambigüedad más medida. Sus actitudes imitadas pueden convertirse en un valor de mercado. Se trata de un síndrome social que anula la visión crítica para asumir la incompetencia como una gracia, la máxima dispersión de todo cuestionamiento de las decisiones. O dicho como el filósofo: coger el rábano por las hojas.
Un ejemplo del engreimiento, de la asunción del personaje por encima de la personalidad, es Esperanza Aguirre. Hay muchos más, una inmensa lista, pero nos situamos en una mañana de hace unos días en TVE, entrevistada por una de las más luminosas periodistas que se asoman a nuestra pantalla, Ana Pastor, ahora embarazada, que sigue transmitiendo seguridad, certeza, limpieza en la mirada. Está entrevistando a la soberbia presidenta de la Comunidad de Madrid, y, como la señora marquesa está acostumbrada a que en su televisión la traten como si de verdad fuera, una política relevante, la dueña de la tele, no admite que le hagan preguntas de relevante interés general, y en un tono educado, muy educado, pero que no le resta incisión. Y responde mal. Responde con soberbia. Responde mostrándose como es ella, es decir que no existen imitadores mejores que la propia imitada.
La tensión fu subiendo, la periodista le tuvo que advertir que era ella la que preguntaba, pero la señora Aguirre, la auténtica luz de la derecha más extrema, se mantiene en una actitud beligerante, poco colaboradora, disciplente. Y le acusa de hacerle un interrogatorio. Es fantástica la cara dura de este personaje que se pone a la cabeza de las consignas más derechistas, la auténtica promotora, parece ser, de la versión más castiza del Tea Party, que no saben si llamarlo Sangría Party o Carajillo Party. Esta tensión y acoso a quien no hace masajes en vez de entrevista es hábito normal. Espe, dando la cara, los otros con sus asesores por detrás.