Reencuentro con la victoria
La calma vuelve con un triunfo indiscutible pero sombrío
El Athletic vuelve a mirar arriba tras imponerse al Zaragoza en una tarde agridulce. Los rojiblancos fueron muy superiores, pero acabaron durmiéndose en un segundo tiempo marcado por la lesión de Ibai.
Amaia U. LASAGABASTER I
La satisfacción completa parece imposible, aunque en el caso del Athletic fuera ayer una simple cuestión de tiempo. Si la duración del partido hubiera podido reducirse a una hora, San Mamés habría apagado las luces celebrando por todo lo alto una victoria indiscutible, que permite al equipo volver a mirar a la zona noble de la clasificación y le da aire ante la complicada ronda de visitas de las próximas semanas.
Pero como dice, no ya el tópico, sino el reglamento, los partidos duran noventa minutos. Y eso provocó que el reencuentro de los bilbainos con la victoria fuera indiscutible, sí -en ningún momento dio la impresión de que el Zaragoza pudiera siquiera sumar un punto-, pero también un tanto sombrío. En esa última media hora, el sopor agrió el buen sabor del primer tiempo; Braulio evitó que, por tercera vez esta temporada, el Athletic dejara su puerta a cero; y, lo que es peor, Ibai Gómez se lesionó en una jugada fortuíta tres minutos después de saltar al campo, en lo que era su debut oficial como jugador rojiblanco. La Catedral, que había recibido al nuevo león con una cerrada ovación, se quedó helada ante los signos de dolor del bilbaino, que fue retirado en camilla y que, posiblemente, también dejó algo tocado al equipo.
Por fortuna, para cuanto todas esas circunstancias adversas ensombrecieron la tarde, la victoria era inamovible. Y podía haber sido incluso más abultada, porque los rojiblancos disputaron un primer tiempo sin mácula. Demérito del Zaragoza, flojo atacante y peor defensor -no es casualidad que ocupe puestos de descenso-, y mérito del Athletic. Puede que la zaga maña no sea la mejor de la Liga, pero de agresividad anduvo sobrada en San Mamés y a eso también hay que saber hacerle frente. El once bilbaino -con cinco caras nuevas ayer- lo hizo a base de ritmo e intensidad en dosis suficientes para noquear a su rival, pero no tantas como para morir de hipermotivación. Mientras la tranquilidad reinaba atrás -Gorka Iraizoz sólo tuvo que intervenir una vez en todo el primer tiempo-, el equipo, como ya había hecho en alguna otra ocasión esta temporada, probó alternativas arriba al patadón en busca de Fernando Llorente. Susaeta, Llorente, Muniain y también Iraola se lo pasaron pipa en las bandas y los balones al área fueron, si no incontables, sí numerosos y muy claros.
Finiquitado en veinte minutos
Tampoco vino mal que la igualada se rompiera cuando apenas se habían disputado diez minutos. Se encargó Iraola, que celebraba su 300º partido con la camiseta rojiblanca empalmando una volea desde la frontal del área. Unos y otros siguieron como si nada y la celebración se repitió pronto. La acción fue de Susaeta y el cabezazo de Llorente, que anotaba su cuarto gol de la temporada. La puntilla pudo ponerla Gurpegi en el último suspiro, al cabecear una falta botada por Susaeta, pero Ramírez Domínguez anuló el gol por fuera de juego inexistente, al menos del navarro.
Por fortuna, no hubo que lamentarlo en la reanudación. Pero tampoco hubo nada más que celebrar. Y eso que el Zaragoza recibió el toque de gracia cuando Pinter veía la segunda amarilla en el 52. Entre la incapacidad de unos para amenazar con la remontada y la decisión de los otros de cerrar el choque para vivir sin sobresaltos, la segunda parte se convirtió en una sucesión de bostezos. Que, exceptuando un par de ocasiones de Llorente y Gurpegi, sólo se vio alterada para mal: bien por la lección karate de Contini -que inexplicablemente acabó sin ver siquiera la amarilla-, bien por la lesión de Ibai, bien por el postrero, y afortunadamente insuficiente, gol de Braulio.
Joaquín Caparrós fue el primero en reconocer el bajón que sufrió su equipo tras el descanso, pero prefirió destacar su buena actuación hasta el descanso y la consecución de un triunfo necesario tras dos derrotas consecutivas.
«Hemos jugado un buen primer tiempo, generando muchas ocasiones, entrando bien por bandas. Pero en la segunda nos ha faltado intensidad -resumió el técnico-. Cuando queremos contemporizar y jugar más pausado, no sabemos. Me quedo con el primer tiempo y con el segundo del Valencia; tenemos que unir esos dos».
Esa continuidad es el caballo de batalla del utrerano, que insistió en que «en la primera parte hemos jugado muy bien al fútbol. Ha habido mucho ritmo y un buen juego y la pena es que no ha tenido contunuidad en la segunda parte. Tenemos que seguir trabajando para tener constancia durante los noventa minutos; en eso tenemos que trabajar, porque lo no estamos teniendo», insistió.
Caparrós, de todos modos, prefirió quedarse con la consecución de los tres puntos, «que son muy importantes tal y como está el campeonato. Hemos salido muy contentos por eso. Aunque no hemos salido contentos por la lesión de Ibai». «Es una pena -añadió- porque es un chico con una proyección tremenda y el partido estaba como para él. Pero la desgracia también va con el fútbol. Le deseamos lo mejor porque es un chico que va a triunfar con el Athletic».
Koikili, por su parte, se mostró «doblemente satisfecho», al haber disputado sus primeros minutos de la temporada «y sobre todo por la victoria, que hemos conseguido con superioridad, aunque al final se haya desdibujado un poco el marcador».
Como su entrenador, y todos sus compañeros, el de Otxandio destacó el primer tiempo del Athletic. «Ha sido muy bueno, con muchas ocasiones, hemos metido al Zaragoza atrás, les hemos desarbolado y Gorka apenas ha tenido que intervenir».
Coincidía Javi Martínez, que además justificaba la pérdida de ritmo tras el descanso. «Con la ventaja de dos goles, el equipo ha ralentizado el partido para mantener el balón y que ellos no nos pillasen a la contra. Aunque el espectáculo no haya sido tan brillante, hemos sido efectivos», analizó. A.U.L.