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Análisis | Ocupación sionista de Palestina

Cuando una limpieza étnica se hace materialmente posible

Es la primera vez que hay información sobre una preparación práctica de cara a una posible limpieza étnica, una práctica que se ajusta a la visión del ministro de Seguridad Interna, Yitzhak Aharanovitch, y de su partido, Yisrael Beitenu.

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Sergio YAHNI Director de Alternative Information Center (AIC)

El autor destaca que preparativos de las fuerzas de seguridad israelíes y la exigencia de jurar lealtad al «Estado judío y democrático» preparan el escenario para una nueva limpieza étnica contra palestinos, tal y como sucedió en 1948.

La radio israelí informó de que el jueves 7 de octubre las fuerzas de seguridad de este país habían finalizado un ejercicio que simulaba la respuesta policial en caso de que, como consecuencia de un posible acuerdo de paz entre Israel y la Autoridad Palestina, se decida transferir territorios poblados por ciudadanos israelíes de origen palestino a la Administración de Mahmud Abbas.

Las fuerzas de seguridad experimentaron durante el ejercicio diferentes escenarios de manifestaciones masivas y violen- tas por parte de los ciudadanos palestinos de Israel.

Ésta es la primera vez de la cual hay información sobre una preparación práctica de cara a una posible limpieza étnica. No existe ningún documento que nos diera información sobre algún ejercicio militar previo a la limpieza étnica de 1948, y por lo general se asume que las tropas israelíes iban aprendiendo sobre la marcha.

Tampoco hay que sorprenderse, ya que este ejercicio se ajusta a la visión del ministro de Seguridad Interna, Yitzhak Aharonovitch, y de su partido Yisrael Beitenu, que apoyan el intercambio de población entre Israel y la Autoridad Palestina en caso de firmarse un acuerdo de paz.

La idea de un intercambio de población, que es un eufemismo para no decir limpieza étnica, fue propuesta por Avigdor Lieberman, el secretario general de Yisrael Beitenu, en mayo de 2004, cuando éste era ministro de Transporte.

Se trata de un plan que propone que Israel anexione los bloques de asentamientos en Cisjordania y que paralelamente transfiera a la Autoridad Palestina la región del «triángulo», un territorio poblado por palestinos ciudadanos de Israel en la frontera noroccidental de la línea verde. Los palestinos que viven en esa zona perderían su nacionalidad israelí, a menos que opten por migrar a Israel en sus nuevas fronteras y jurar lealtad al Estado.

Según un estudio realizado en 2006 por Shaul Arieli, Dubi Schwartz y Hadas Tagari para el Instituto de Estudios Políticos Floersheimer, en caso de que este plan se materialice aproximadamente 148.000 ciudadanos israelíes perderían su ciudadanía.

Este plan no es nuevo en la historia del movimiento sionista. Ya en 1937, David Ben Gurion, máximo dirigente sionista en ese momento, escribió en su diario que la principal contribución de la comisión nombrada por las autoridades británicas para investigar las causas y efectos de la rebelión palestina de 1936, conocida como Comisión Peel, fue su propuesta de intercambio de población entre los estados árabes y judíos a establecerse.

El objetivo del sionismo fue y es el establecimiento de un Estado judío en Palestina. Cuando preguntaron a David Ben Gurion qué significaba esto, contestó que Israel tiene que ser judía de la misma manera que Francia es francesa.

Por lo tanto, la limpieza étnica del noventa por ciento de la población palestina en las fronteras del Estado de Israel fue el método que utilizó el sionismo durante la guerra de 1948 para transformarse en un Estado judío; en caso contrario, el Estado de Israel sería un Estado binacional.

Pero políticamente la limpieza étnica fue un fracaso. A diferencia de lo que pasó en Europa Central a finales de la Segunda Guerra Mundial cuando Polonia y Checoslovaquia deportaron a sus residentes de etnia alemana, el mundo no estaba dispuesto a aceptar la expulsión de los palestinos como un hecho consumado al cual se puede dar legitimidad a posteriori.

Para poder ser aceptada por la Organización de las Naciones Unidas, Israel tuvo que comprometerse a cumplir con la resolución 194 de la Asamblea General, que estipula el retorno de los refugiados. Por supuesto, nunca lo hizo, pero desde ese momento hasta el día de hoy los refugiados, y su derecho al retorno reconocido internacionalmente, son la peor amenaza para el proyecto sionista de establecer un país étnicamente puro.

Aparte de eso, las Naciones Unidas demandaron que Israel diera plena ciudadanía a los palestinos que quedaron en su territorio; por lo tanto, a día de hoy los palestinos son el veinte por ciento de los ciudadanos de Israel, estando representados en el Parlamento con trece de los 120 escaños.

La política de limpieza étnica no acabó al finalizar la guerra de 1948. Durante los años 50 el Ejército de Israel estuvo implicado en la deportación de beduinos del desierto del Negev, y durante e inmediatamente después de la guerra de junio de 1967 Israel expulsó aproximadamente a 300.000 palestinos de Cisjordania.

Hasta la fecha, no se dio a conocer un plan detallado sobre cómo se implementaría la propuesta de Lieberman. El ejercicio que concluyó el 7 de octubre fue dirigido por la autoridad penitenciaria y contó con la participación de la Policía, la Guardia de Frontera y los bomberos, entre otras instituciones. Ésta fue la primera vez que las fuerzas de seguridad israelíes se concentraron en los aspectos operativos de dicho plan.

De acuerdo a lo difundido por la radio israelí, en el caso de que se materialice el plan de intercambio de población las fuerzas de seguridad establecerán un centro de detención para los ciudadanos que se oponen a ella en el cruce Golani, en la Galilea superior, e inmigrantes detenidos por entrar ilegalmente a Israel serían inmediatamente liberados con el fin de vaciar 1.500 plazas en las prisiones.

Este ejercicio también simuló la reacción de las fuerzas de seguridad frente a la posibilidad de que más flotillas de solidaridad con el pueblo palestino lleguen a las costas de Israel o de la franja de Gaza. En un ejercicio similar, que se llevó a cabo en noviembre de 2009 por las fuerzas de seguridad, se consolidaron las prácticas policiales a utilizarse contra ciudadanos palestinos de Israel y activistas judíos que protestarían contra la ofensiva israelí a la franja de Gaza.

No es de sorprenderse que Yisrael Beitenu, que modernizó la idea de la limpieza étnica de tal manera que ésta condiciona el proceso de paz, sea también el partido político que puso en la agenda nacional condicionar la ciudadanía con la lealtad al Estado de Israel como «Estado judío y democrático».

La demanda de lealtad, al igual que la exigencia de que la Autoridad Palestina reconozca al Estado de Israel como Estado judío, es consecuencia del fracaso de la limpieza étnica. El carácter judío del Estado será frágil mientras exista dentro de sus fronteras una minoría con aspiraciones nacionales, tal como son los palestinos ciudadanos de Israel, y mientras que la comunidad internacional, y sobre todo la Autoridad Palestina, no acepten la limpieza étnica de 1948 como un hecho consumado. Es decir, para poder sobreponerse a su fragilidad y sentirse seguro en su condición de Estado judío, Israel precisa que los palestinos lo reconozcan como tal y estén dispuestos a capitular el derecho al retorno.

Con este escenario de trasfondo los ciudadanos palestinos de Israel son vistos como una amenaza de mayor envergadura.

En marzo de 2007 el Servicio General de Seguridad, Shin Bet, advertía al primer ministro, entonces Ehud Olmert, que la alienación de los ciudadanos palestinos de Israel con el Estado estaba expresada en la demanda de una constitución democrática que respalde sus derechos como minoría nacional. El Shin Bet veía en estas demandas «un verdadero peligro estratégico para el carácter judío del Estado».

El Servicio recomendaba medidas preventivas contra la dirección política y de la sociedad civil de los palestinos en Israel, incluyendo casos en los cuales no se hayan efectuado actos delictivos. Las conclusiones del Shin Bet expresaban no solamente la incapacidad de la ideología del Estado de incluir a la población palestina, sino también el miedo de la sociedad israelí hacia la población palestina, sobre todo los palestinos ciudadanos de Israel.

Un estudio publicado el mismo año por el sociólogo israelí Sami Somocha representaba los bajos niveles de tolerancia de la sociedad judía en Israel. Según Somocha, el 68% de los judíos israelíes tiene miedo de que los palestinos en Israel comiencen una tercera intifada; el 63% se abstiene de visitar poblaciones palestinas dentro de Israel; el 64% ve a los palestinos ciudadanos de Israel como un peligro para la seguridad del Estado; y el 71% teme que esos palestinos quieran cambiar el carácter judío del Estado.

En la política parlamentaria, Avigdor Lieberman, y su partido, Yisrael Beitenu, representan al mismo tiempo el consenso ideológico de las instituciones del Estado y los temores más primitivos de la población con respecto al futuro del Estado.

Lieberman se ha transformado en la punta de lanza ideológica del sionismo. Él marca el paso de la política israelí y define los nuevos límites del discurso político. El pasado domingo, el laborismo apoyó la moción de lealtad propuesta por el Gobierno a iniciativa de Yisrael Beitenu, el primer ministro demanda que antes de continuar las negociaciones la Autoridad Palestina reconozca a Israel como un Estado judío, y ningún organismo israelí proderechos humanos se pronunció contra el ejercicio de limpieza étnica llevado a cabo por las fuerzas de seguridad.

Esta bancarrota del sistema político israelí da a los palestinos dos alternativas: o declaran su derrota, reconociendo a Israel como Estado judío y negando la demanda histórica -y reconocida por las Naciones Unidas- del derecho al retorno de los refugiados, o se preparan para resistir, como pudieran, la nueva ofensiva israelí: la ofensiva de limpieza étnica.

 

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