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Belén MARTÍNEZ Analista Social

Los «Chicago boys» en Atacama

Menos mal que Manuel González, uno de los socorristas que participó en el rescate, denunció ante los medios de comunicación que las condiciones de trabajo en la mina San José eran «inhumanas». Hasta ese momento, parecía que la historia del sufrimiento de los 33 de Atacama no era una historia política. ¿Para qué si no se habían desplazado a Copiacó el presidente chileno y el ministro de Minas?

«Tengo el privilegio de informarles de que todos los mineros han sido rescatados», comunicó un aliviado Sebastián Piñera, consciente de que ya nadie le recordaría por su nefasta gestión de los terremotos y de la huelga de hambre de los presos políticos mapuches. Laurence Golborne, ex ejecutivo dirigente de la filial chilena de Exxon Mobil le hacía la ola.

El potentado presidente fue el anfitrión de la fiesta (hipermediática) de la vida rescatada, y la cápsula Fénix 2 la patrocinadora oficial de la «Operación San Lorenzo». Una cápsula que viajó al centro del remordimiento, situado a 622 metros de profundidad. Desde las entrañas regresó la esperanza. Nos dicen que una réplica será exhibida en el Pabellón chileno de la Expo Shanghai.

Alguien gritó: «¡Viva Chile, mierda!» y entonaron el himno nacional. La pesadilla de los 33 es fruto de un postulado macroeconómico y político que defiende el libre mercado como la piedra angular de la organización social. La doctrina de Chicago volvió a resurgir el pasado 13 de octubre intentando convertir a unos mineros en héroes y vedettes mediáticas, doblemente subalternos, explotados y desclasados. La mina transpira dignidad y lucha. ¡Pendejos, no olvidamos que han sufrido!

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