Raimundo Fitero
Lencería fina
Siguen las reacciones, ahora ya tiene consignas, o sea, frases hechas que acomodan como pueden. Algo ha sucedido. En “59 segundos”, magníficamente presentado por María Casado que en este espacio muestra toda su versatilidad, encanto y profesionalidad, sabiendo manejar a sus tertulianos con simpatía no exenta de rigor, se vio a las claras, los mensajes están muy gastados, los afectos a ZP se sienten muy felices, los de la oposición están descolocados, y la ciudadanía solamente puede celebrar que la que debía haber sido fulminada en la remodelación, González-Sinde, se despierta con una sentencia en contra del canon digital emitida desde la UE. Dice la voz de su amo SGAE, «buscaremos alternativas». La única alternativa es liberar a las sociedades de gestión y que sean de libre competencia y no por concesión administrativa como ahora, lo que hace que se mantenga un monopolio de perfil bajo.
No obstante uno se siente mucho más impactado por las imágenes de un coronel canadiense de nombre Russell Williams, vestido con lencería fina y mostrando paquete de manera ostensible, que se ha confesado culpable de la muerte de dos mujeres, militares en este caso, tras torturarlas y violarlas, y de haber robado la ropa interior a otras ochenta y dos mujeres. El relato de los hechos, la frialdad que se desprende de la cara de un militar que debía tener un futuro de ascensos y responsabilidades, se enmarca dentro de los retratos de asesinos en serie de la más alta alcurnia novelesca. Un piloto que hace poco llevó en su avión a la reina de Inglaterra, es decir, un alto mando con proyección que se dedica a travestirse, fotografiarse, torturar y violar con autograbación en vídeo y con fotografías que archiva con meticulosidad. Es decir, la perversidad convertida en rito.
Una vez más, la ciudadanía global, comprende que algo pasa en el seno de las fuerzas armadas de todos los lugares del planeta. No parecen lugares muy sanos para el equilibrio emocional de nadie. La violencia estructural cotidiana, como forma habitual de expresión, aumenta las patologías y se canaliza de múltiples formas. Lo de la lencería fina es de manual. Lo de la tortura, un hábito.