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CRÍTICA clásica

Un «Paulus» como la mantequilla

Mikel CHAMIZO

No es fácil asistir a una interpretación del “Paulus”. Mendelssohn lo escribió muy joven, imbuído aún por la “Pasión según San Mateo”, de Bach, que él acababa de recuperar. El éxito internacional de “Paulus” fue un factor determinante a la hora de imponer el modelo bachiano de oratorio en toda Europa.

“Paulus” narra diversos pasajes de la vida de San Pablo, hasta su martirio final. Para ello demanda cuatro solistas vocales y un coro, que funciona tanto como protagonista en la acción así como comentarista. Es una obra exigente en cuanto a recursos humanos, por eso fue una suerte poder escucharla en Donostia y un tanto decepcionante que hubiera tantos huecos entre las localidades. Sobre todo porque la versión estuvo a una gran altura, con un coro magnífico, una orquesta más que aceptable y un cuarteto vocal que cumplió con creces. Aquí destacó Fritz Felihaber, no muy flexible en su canto pero con un precioso timbre de tenor, con mucha proyección. También la soprano, Annekathrin Laabs, que al principio transmitió cierta inseguridad engolando un poco, pero que terminó regalando momentos de gran lirismo.

Pero los mayores pros y contras de esta versión se le pueden achacar a la dirección de Rademann. Es un excepcional director coral y logró hacer de la orquesta el colchón perfecto para el Coro de Cámara de Dresde. Rademann buscó extraer de orquesta y coro una calidez extraordinaria, difuminando ligeramente los contornos de las frases para lograr unos legatos sedosos, como mantequilla fundiéndose, si es que ésta pudiera sonar de alguna manera. El problema llegaba con los numerosos cambios dramáticos repentinos que también contiene el “Paulus”, en los que todo se tambaleaba hasta que coro y orquesta volvían a encontrar el punto adecuado del discurso. Una interpretación muy notable, en cualquier caso. 

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