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Raimundo Fitero

Morros y morritos

Un aluvión de sinónimos, antónimos y sugerencias tienen ciertas palabras que se van cargando de significados hasta reventar por cualquiera de los costados. Los morros de cerdo son bien ricos con una buena salsa, y tener mucho morro es una expresión de uso común y de una claridad nívea. Una aplicación adecuada de una jeringonza ayuda a transitar por muchos meandros. Lo que sucede es que está demostrado que cada vez que abrimos la boca o pulsamos una tecla en nuestro ordenador, vamos configurando unos mundos proveniente de nuestro pensamiento, y si juntamos los fonemas, salen frases, y en ellas va toda la carga ideológica. No hay remedio, ni en el ejercicio de máxima ocultación, del cinismo más activo, de la regresión discursiva a la retórica más aguda, se puede ocultar la personalidad y la ideología del sujeto que habla, escribe, piensa, opina.

Así que tras la remodelación del gobierno que ha realizado ZP, a los varones se les ha calificado, incluso de manera dura e insidiosa, desde diferentes posturas ideológicas, pero con argumentaciones de índole política, en algunos casos acercándose a la persona demasiado, pero jamás se ha escuchado a nadie decir que la alopecia de fulanito, o la corbata de menganito gusta, disgusta o es indiferente. Los varones, en política, son entes políticos, pero cuando aparecen las mujeres, entonces se pone en marcha la maquinita de los prejuicios, las descalificaciones de género, se encabrita el machismo aparentemente domesticado y nos encontramos con las burradas de un personaje tan propenso a la barbaridad chulesca como el alcalde vallisoletano, que piensa algo cada vez que le ve los «morritos» de una ministra, o en perfil más bajo, vemos crónicas de la toma de posesión en la que se detalla el tipo de vestimenta de las ministras. Y no en lugares del corazón, sino en espacios y medios de información supuestamente serios.

Los exabruptos se detectan a la primera, pero las sutilezas, lo que parece insignificante es lo más peligroso. Decir que iban en blanco y negro las ministras no parece un crimen, pero tiene una carga semántica demoledora, porque los varones, ¿cómo iban? El morro, y el chorro.

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