La cita de Nagoya busca rescatar a la biodiversidad del borde del barranco
Nadie pone ya en duda los innumerables beneficios que aporta la naturaleza, pero conviene recordar que sus recursos no son infinitos. Ni tan siquiera los más básicos, aquellos sin los que la vida no sería posible. La cumbre sobre biodiversidad que se celebra estos días en Japón busca desandar el camino hacia el barranco recorrido hasta ahora.
Ruben PASCUAL
Debe una empresa farmacéutica abonar regalías a las comunidades que descubrieron las propiedades de aquellas plantas que ahora son empleadas para fabricar medicamentos? ¿A quién le corresponde asumir el costo de preservar los recursos naturales?
Son algunas de las preguntas a las que tratarán de poner respuesta los representantes de 190 países que participan en la 10ª Conferencia de la Convención sobre la Diversidad Biológica (COP 10) que se celebra desde el pasado lunes y hasta el próximo viernes en la ciudad sudoriental japonesa de Nagoya.
El término biodiversidad, según el diccionario de la Real Academia Española, se emplea para hablar de la variedad de especies animales y vegetales en su medio ambiente.
«Vamos a discutir sinceramente sobre el futuro de la Tierra para encontrar una solución», declaró el ministro nipón de Medio Ambiente, Ryu Matsumoto, al pronunciar el discurso de apertura.
«Transmitir una Tierra bella, con una rica biodiversidad, a las próximas generaciones, es el deseo compartido por todos en el mundo», dijo el representante del país anfitrión.
Este encuentro busca crear una serie de acuerdos internacionales para reducir a la mitad la tasa de desaparición de hábitat naturales, poner fin a la sobrepesca, alcanzar la deforestación cero, eliminar los subsidios perjudiciales y garantizar una agricultura sostenible para 2020, entre otras metas.
Para ello, los delegados de todos estos países deberán reconocer que, hasta el momento, han fracasado en concretar los objetivos fijados en la primera conferencia, celebrada en Río de Janeiro en 1992. En aquella cita, a la que una década después siguió otra reunión en Johanesburgo, los participantes fijaron metas para «reducir significativamente las metas de biodiversidad» para 2010.
Extinción a ritmo frenético
Naciones Unidas (ONU) ha alertado de que el mundo se enfrenta al mayor ritmo de extinción desde que los dinosaurios desapareciesen hace 65 millones de años. Atribuye ese fenómeno a la sobreexplotación de los recursos, la contaminación, la modificación de los hábitat y el cambio climático, una crisis que los gobiernos, las empresas y las comunidades deberán afrontar.
Expertos también afirman que esta cumbre llega en un momento en el que el ritmo de extinción de especies es 1.000 (¡mil!) veces superior al que podría ser considerado como natural.
Una especie anfibia de cada tres, más de un pájaro de cada ocho, más de un mamífero de cada cinco y más de una especie conífera de cada cuatro están amenazadas por la desaparición. El empobrecimiento afecta también a los genes y a los ecosistemas, una verdadera amenaza para muchos sectores, en primer lugar el de la alimentación.
Un estudio de la ONU publicado este mes indicaba que el daño medioambiental global causado por el ser humano en 2008 supuso 6,6 billones de dólares (4,7 billones de euros) lo que equivale al 11% del producto interior bruto (PIB) global.
«Estamos próximos a un punto sin retorno, en el que la pérdida de la biodiversidad será irreversible y podemos llegar a ese punto en diez años si no actuamos», advirtió el titular japonés de Medio Ambiente a la apertura del evento, en palabras recogidas por la cadena BBC.
«Muchas veces no se comprende bien hasta qué punto la humanidad depende de los servicios que aporta la naturaleza», apuntó el biólogo ambiental, Harold Mooney, preguntado sobre el inicio de la conferencia por la agencia IPS. Añadió que «se considera que esos servicios son `gratuitos' y no se los valora en el marco de las actuales estructuras económicas».
Ante todos estos datos, existe un consenso mundial de que se fracasó estrepitosamente en los objetivos marcados en 1992. «La comunidad internacional ha fracasado individual y colectivamente en implementar metas de biodiversidad», dijo a BBC Mundo Ahmed Djoghlaf, secretario ejecutivo de la cumbre de Nagoya.
«Tengamos el coraje de mirar a nuestros hijos a los ojos y admitir el fracaso... admitir que continuamos perdiendo biodiversidad a un ritmo sin precedentes, hipotecando su futuro», añadió, aunque no lo dio todo por perdido: «llegó la hora de pasar a la acción y hay que hacerlo aquí».
Los delegados -a los que se unirán los ministros de Medio Ambiente a finales de esta semana- reunidos en Nagoya están estudiando tres asuntos clave: fijar nuevos objetivos para frenar la pérdida de especies antes de 2020, encontrar un acuerdo internacional sobre las condiciones de acceso de las industrias del Norte a los recursos genéticos de los países del Sur y esbozar la evolución de la ayuda a los países más pobres para proteger los recursos naturales.
La búsqueda de un marco jurídico para repartir equitativamente los beneficios logrados por la explotación de los recursos genéticos -esencialmente plantas con aplicaciones farmacéuticas, la química y la cosmética- estará en el centro del debate.
Protocolo ABS
Uno de los temas más controvertidos en Nagoya es el denominado «protocolo ABS», siglas en inglés de Access and Benefits Sharing (acceso y reparto de ventajas), cuya negociación comenzó en 2002 y el cual dará la pauta del fracaso o el éxito de esta cita.
«Para nosotros no es aceptable ir a Nagoya y no lograr un protocolo ABS», advirtió a comienzos de este mes la ministra brasileña de Medio Ambiente, Izabella Teixeira.
Para las naciones más pobres, el citado protocolo podría desbloquear miles de millones de dólares, pero algunas empresas fabricantes de medicamentos están preocupadas por los costes extra que restrinjan la inversión para investigación y complique los procedimientos para solicitar patentes.
Algunos en la industria farmacéutica ya han expresado su preocupación. «Ya gastamos enormes cantidades de dinero en investigación para desarrollar medicamentos. Costos adicionales por pago de regalías cambiarían completamente el panorama. Y podrían hacer que la búsqueda de nuevos productos pierda impulso», dijo Yuji Watanabe, director intelectual de Astellas Pharma, la segunda empresa farmacéutica nipona.
Los llamados «países en vías de desarrollo» han recordado que proteger la diversidad tiene un coste, al que no podrán hacer frente sin el aporte de más fondos internacionales. La mayoría de la diversidad biológica que queda en el mundo está en naciones como Brasil -potencia notablemente emergente en la región-, Indonesia y el centro del continente africano.
Organismos medioambientales
La organización ecologista WWF, por boca de su director, Jim Leape, afirmó que «lo que el mundo necesita de Nagoya son acuerdos que frenen la dramática pérdida de la riqueza natural del mundo y la continua erosión de nuestros sistemas de soporte vital».
La responsable de las políticas oceánicas de Greenpeace, Nathalie Rey, señaló: «Si nuestro planeta debe sustentar la vida en la tierra en el futuro y debe ser rescatada del borde de la destrucción medioambiental, necesitamos acciones gubernamentales para proteger nuestros océanos y bosques y para detener la pérdida de la biodiversidad».
Queda claro pues que la cumbre de Nagoya sólo dura 11 días, pero lo que salga de ella permanecerá las siguientes décadas.
La brújula de la economía mundial debe ser radicalmente modificada, confiriendo valor a los servicios brindados por el bosque, los corales y otros elementos naturales para preservar la biodiversidad y hacer efectivas las inversiones a largo plazo, según un informe presentado por la ONU.
Iniciada en 2007, la investigación, cuya síntesis se hizo pública durante los primeros días de la cumbre de Nagoya, tiene como objetivo integrar los valores de la naturaleza en la toma de decisiones económicas.
Según el economista indio Pavan Sukhdev, quien dirigió el estudio, el valor de los servicios proporcionados por la diversidad biológica no debe considerarse «como la panacea», sino como una herramienta «para calibrar» los criterios de elección en los sectores público y privado.
La investigación señala muchos ejemplos que demuestran que el dar valor a los servicios proporcionados por la naturaleza tendría importantes repercusiones económicas.
Entre ellos, citan una iniciativa de Nueva York para subvencionar con 1 millón de dólares a las comunidades cercanas para modernizar las técnicas de cultivo y evitar el abuso de contaminantes. Así, se ha evitado construir una nueva planta de filtración de agua, que hubiera costado entre 6 y 8 millones de dólares. AFP