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Iñaki LEKUONA Periodista

Basagoiti la tiene pequeña

Vivimos una época vulgar. Puede parecer una paradoja en este tercer milenio de ciencia y tecnología, pero así es. Sufrimos tiempos anodinos en los que en las esferas de poder se asientan mediocres que, para evitar ser desplazados, se rodean de mediocres aún mayores. Es por ello que cuando sucede el relevo, el nivel intelectual, mínimo de por sí, se resiente aún más.

Sólo así se entiende que la demagogia parasite la política actual con una virulencia cada vez más intensa. Georges Frêche, presidente socialista de la región de Languedoc-Roussillon y demagogo confeso, ya lo explicó ante unos universitarios atónitos: «la gente no funciona con la cabeza, sino con las tripas. La política es una cuestión de tripas, no un asunto de cabeza. Por eso, cuando estoy en campaña, nunca me dirijo a la gente inteligente. Hay un 5%-6% de gente inteligente (…). Por tanto, mis campañas van dirigidas a los gilipollas y así consigo votos en masa».

Vista y oída la grandilocuencia escatológica de Antonio Basagoiti, el presidente de la sucursal vasca del partido heredero del franquismo debe de pensar lo mismo. Si fuera así, podría ser un signo de inteligencia política, aunque ello mostraría un preocupante síntoma de podredumbre ética. Y como no puede reprocharse a este señor tan paupérrima consideración deontológica, de sus contínuas descalificaciones sólo puede deducirse una inteligencia limitada. Como dice el refranero castellano, dime de qué presumes y te diré de qué careces. Con esa locuacidad presuntamente graciosa, Basagoiti pretende hacernos creer que posee una gran inteligencia; pero todo indica que la tiene pequeña. Ridícula incluso. Como su talla moral.

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