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Juicio por el «caso Portu-Sarasola»

Portu y Sarasola declaran hoy tras el testimonio escueto de sus 15 captores

Igor Portu y Mattin Sarasola, que se encuentran en un lugar desconocido para sus familiares después de que se los llevaaran de las cárceles donde cumplen condena, testifican a las 9.30 en la Audiencia Provincial de Donostia en el juicio por torturas contra quince guardias civiles. Los agentes se negaron ayer a responder ante la acusación particular, lo que ha provocado que se avance más rápido de lo previsto. Insistieron en argumentar que sus heridas fueron por el arresto.

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Aritz INTXUSTA | DONOSTIA

El juicio del «caso Portu-Sarasola» avanza más rápido de lo que se esperaba. Iñaki Subijana, el juez que dirige la sala, presidente de la Audiencia Provincial de Gipuzkoa, consideró que la toma de testimonios a los quince guardias civiles acusados de torturar a los dos vascos duraría tres días. Pero, al final, sus declaraciones se ventilaron en apenas dos horas y media, ya que se negaron a responder las preguntas de la abogada de la acusación particular.

Así, el calendario se adelanta y hoy a las 9.30 el juicio se reanuda con los testimonios de los dos presos vascos. Ni la familia ni los abogados tenían noticia de dónde se encontraban ayer Igor Portu y Mattin Sarasola, que teóricamente ya habían sido trasladados de la cárceles andaluzas donde cumplen condena. El juez Subijana prevé que la declaración de ambos dure aproximadamente una hora.

Ante la negativa a responder a las preguntas de la acusación particular, ejercida por Amaia Izko, la responsabilidad del interrogatorio recayó sobre el fiscal jefe de Gipuzkoa, Jaime Goiena. Todos los guardias negaron haber golpeado a Portu y Sarasola o haber presenciado maltrato alguno.

El primero en declarar fue el sargento del Grupo de Acción Rápida (GAR) Juan Jesús Casas. Afirmó ser el responsable del operativo que detuvo a Portu y Sarasola. El fiscal pide para él una de las penas más altas: dos años de cárcel por torturas y otro más por las lesiones de Portu. Casas asume, en parte, la autoría de estas lesiones, que pudieron haberle costado la vida. Asegura que él fue quien le «placó» y que otro compañero suyo, José Manuel Escamilla, «tropezó» y también cayó sobre el lesakarra. «¿Y la fractura en la costilla?» inquirió el fiscal.

Pero Casado tiene lagunas: no recuerda ningún golpe fuerte, aunque sí que Portu ejerció «violencia extrema» y «desmesurada» ante su detención. Declaró también que el detenido le asestó golpes, pero en el chaleco, lo que evitó que acabara con la cara marcada en el supuesto forcejeo.

Escamilla, para quien el fiscal pide la misma pena, declaró después de su superior. Su testimonio fue una réplica del primero: tropezón y «resistencia desmesurada». El cabo del GAR considera «que la fractura en la costilla pudo deberse a la caída» de los tres. Escamilla y Casas dicen que Portu cayó boca abajo pero que luchó y logró darse la vuelta, con dos agentes encima, para justificar las erosiones.

El guardia civil del Servicio de Información Miguel Casado reconoció haber «custodiado» a Portu de Intxaurrondo a Lesaka para realizar el registro. Dijo que viajó en el asiento trasero junto a su compañero Juan Manuel Álvarez (cabo primero). Ninguno de los dos vio marca alguna en el rostro de Portu. Álvarez declaró al el juez que «ni siquiera quise mirarle a la cara». Dirigía este traslado el teniente Oliver Pérez desde el asiento del copiloto. Este afirmó que el hecho de que el forense les enviara a Urgencias al hospital incluso «me sorprendió». Al insistir el fiscal sobre esta cuestión, su respuesta perdió firmeza.

El guardia Sergio García asumió la detención de Sarasola. Dijo que lo alcanzó tras una carrera de 50 metros. La «violenta» resistencia de Sarasola se tradujo nuevamente en «bofetadas» contra su chaleco. Sí que sostiene que después Sarasola tenía el rostro «enrojecido».

El otro agente que dijo participar en esta detención, Sergio Martínez, no recuerda marca alguna. Tampoco Domingo Prada (cabo), que aseguró estar presente en el traslado en el coche de Intxaurrondo a Lesaka y luego hasta Madrid. Acompañaba a Prada el cabo Carlos Díez, que habló de «ojo morado».

Por su parte, el teniente del Servicio de Información César López dijo ser el mando responsable de todo cuanto ocurrió en el vehículo policial desde que salió de Intxaurrondo hasta que, tras pasar por el forense de la Audiencia Provincial de Gipuzkoa, llegó a Madrid.

La negativa a responder a las preguntas de la acusación particular y lo reiterativo de los testimonios provocaron que el resto de acusados (Jonathan Fernández, Juan Luis González, Miguel Ángel Tudela y Juan Carlos Maragoto) fueran rapidísimos. En alguno de los casos, sin que se produjera ninguna pregunta.

El arranque del juicio suscitó gran expectación. La sala se llenó. Gran parte del público la coparon agentes de paisano, aunque también estuvieron presen- tes familiares de Portu y Sarasola. No obstante, la presencia de medios de comunicación no fue desmesurada. Al receso y al final de la vista, pocas televisiones grabaron crónicas.

Se definen las estrategias

Los abogados defensores, Carlos Aguilar y José Antonio Choclán, pretenden sustentar la defensa en que ETA había ordenado y adoctrinado a Portu y Sarasola para que denunciaran falsas torturas. Esto no niega lo evidente, es decir, las marcas en el cuerpo de ambos y la coincidencia en sus testimonios. A Choclán y Aguilar se les escapa el relato del ahogamiento a los detenidos en un riachuelo cercano. Por muchas pruebas y peritos que traigan al juicio a justificar que todo es una invención de manual, ese intento no aparece en ninguna parte. Por ello, insisten en remarcar que los agentes que detuvieron a Portu y Sarasola los encerraron solos en la parte de atrás de uno de los Nissan Patrol. Según su tesis, esos diez minutos bastaron para que ambos idearan un falso testimonio.

Esta reconstrucción, como es natural, coincide con los testimonios ayer ofrecidos en el juicio por los agentes del GAR. Pero se coge con alfileres. El sargento Casado asegura que decidió prodecer a la identificación de Portu y Sarasola ya que sospechaba que podrían ser de ETA desde un primer momento. De ser esto cierto, el no incomunicar a ambos detenidos y dejarlos juntos, a solas en un Patrol, sería un procedimiento completamente irregular, como le remarcó el fiscal jefe de Gipuzkoa. Casado tuvo que desdecirse. Declaró después que no se dio cuenta de que podrían pertenecer a ETA hasta que no abrió una de las mochilas y encontró munición y dos pistolas.

Peritos y abogados

Por otra parte, lo que sí ha conseguido la defensa es introducir dos nuevos peritos a última hora. Se trata de dos guardias civiles más, expertos en la lucha anti-ETA, que testificarán como «peritos de inteligencia». La acusación particular se opuso, pero finalmente el juez decidió admitir el testimonio de los dos agentes. No obstante, Subijana sí que matizó que «eso no significa que esta sala vaya a hacer seguidismo» de lo que declaren estos dos expertos.

Choclán y Aguilar también consiguieron que se tomen en consideración las dos sentencias que ya se han emitido contra Portu y Sarasola por el atentado de la T-4 del aeropuerto de Barajas y por pertenencia a ETA. Se da la circunstancia de que una de estas sentencias, la emitida por la Audiencia Nacional, argumenta que no se produjeron torturas en esa detención. No obstante, fuentes jurídicas consultadas por este periódico consideran que el hecho de que este fallo descarte la tortura no tiene peso de cara a este tribunal. No obstante, que se haya probado en tribunales españoles la pertenencia a ETA de Portu y Sarasola sí que da cobertura a la tesis de la defensa, al menos de cara al tribunal.

Desde la otra bancada, la abogada Amaia Izko solicitó la comparecencia del alcalde de Aramaio, con el objetivo de que explique las características del lugar donde se produjo la detención de los dos vascos.

No deja de ser inusual ver en un juicio al abogado del Estado defendiendo la postura contraria a la del fiscal. Aunque al menos ayer, este letrado no hizo absolutamente nada. No propuso ninguna prueba y sólo abrió la boca para decir «no hay preguntas, señoría».

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