Raimundo Fitero
¿Cuánto duró?
El pasado domingo asistimos a uno de esos fenómenos de rentabilización de un evento deportivo-televisivo que puede considerarse un abuso de confianza. Desde muy temprano en la madrugada de fin de semana, hasta bien entrada la tarde estuvimos viendo a los coches de Fórmula 1 dando vueltas a un recién inaugurado circuito en Corea del Sur, muchas vueltas persiguiendo al coche de seguridad, y muchas otras persiguiendo sombras tras una manta de agua. Lo cierto es que casi nadie sabe exactamente cuánto duró la retransmisión y sus repeticiones.
Empezó a la seis de la madrugada, y la carrera primera, en directo, con sus parones fue hasta casi las diez, pero es que desde entonces, y como había ganado la carrera Fernando Alonso, se había encaramado de rebote al liderazgo del campeonato del mundo, el producto empezó a adquirir un valor inusitado y por ello se repetía, primero en los horarios previstos cuando el directo es tan de madrugada y posteriormente para estirar el acontecimiento y hacer un poco más de publicidad añadida a los patrocinadores, especialmente a ese banco de presencia ubicua que convierte el color rojo en un antídoto para toda noción ideológica cromática. La roja, el rojo, tienen ahora mismo otra carga semántica, tan preñada de ideología como antes, pero justo en el sentido contrario.
Las inclemencias del tiempo son las únicas que puede proporcionar a las carreras de estos coches alguna emoción de más. Cuando todo transcurre con buen tiempo, es como si unas máquinas teledirigidas circulasen por unos rieles y fueran dando vueltas. Las carreras se gana en los entrenamientos, o en los cambios de neumáticos. Los ingenieros disponen de mayor probabilidad de intervención que el propio piloto, aunque los elogios, las fotos, el dinero se lo lleven los que se visten de mono. Todo es tan previsible que solamente la lluvia puede alterar los destinos. Los que hemos tenido cierta afición a estos espectáculos, ya no nos acordamos de la última vez que vimos una carrera ganada por el pilotaje, por la emoción de lo humano. La casualidad y la tecnología están por encima del talento. En serio, ¿cuánto duró la carrera del domingo?