«Estoy que no termino de creerme lo que ha pasado. Tampoco terminaba de creerme lo que había pasado antes. Fue una pesadilla. Ahora estaba resignada», declaró María Pilar Marcos tras conocer el veredicto del jurado popular y su absolución.

Esta mujer de 64 años estaba acusada de haber matado a su marido, José Antonio Gil, de 77 años, en noviembre de 2009. Desde entonces, sus amigos, hijos y nietos han estado «incondicionalmente» a su lado, según declaró ella misma a la puerta del Palacio de Justicia de Iruñea.

Uno de sus hijos, Marcos Gil Marcos, reconoció que la espera hasta conocer el veredicto del jurado popular ha sido «agónica» y añadió que el día anterior habían salido «desesperados» porque el magistrado había rechazado el veredicto y nadie les había dado «ninguna explicación» después de una tensa espera de cuatro horas.

Aplazamiento y ansiedad

El aplazamiento de las deliberaciones del jurado incrementó todavía más esa tensión durante la mañana de ayer. «Veníamos confundiendo la esperanza con los nervios y confundíamos los nervios con la intensidad del momento, con la ansiedad que estábamos sintiendo. Más que esperar esta situación, la deseábamos», explicó Marcos Gil.

Aunque admitió que su madre tenía «dudas» respecto al veredicto, dejó claro que «ella en todo momento estaba segura de cuál era su versión». «No tenía que andar fingiendo -añadió-. Esto era sumar dos y dos y que el jurado lo entendiera, y lo ha entendido».

María Pilar Marcos también agradeció el trato de los cuerpos policiales, de los funcionarios de la prisión y de «la gente buena de mi pueblo, que se ha portado muy bien y me ha dado los ánimos del mundo».

«No hay pruebas suficientes»

El cuestionario de 34 preguntas que el magistrado había entregado al jurado popular antes de emitir su veredicto recogía cuatro posibilidades: homicidio, homicidio con dolo eventual, homicidio imprudente y accidente fortuito. Ninguna de ellas obtuvo la mayoría requerida (7 de 9 votos), por lo que María Pilar Marcos fue absuelta.

Respecto al posible homicidio, el jurado entiende que «no existen pruebas suficientes que demuestren que la acusada dirigiese voluntariamente el cuchillo hacia su marido».

Tampoco considera probado que «durante el forcejeo se clavara el cuchillo en el pecho de José Antonio» ni que, «para doblegarla, el señor Gil le pegó una fortísima patada o rodillazo en la rodilla izquierda, se abalanzó nuevamente hacia María Pilar y, en el fuerte forcejeo, el cuchillo acabó clavándose accidentalmente en el pecho de José Antonio Gil».

En su veredicto, el jurado señala que María Pilar Marcos «no temió por su vida, porque en los últimos años las agresiones físicas graves del marido hacia la acusada habían cesado» y porque «la situación en el momento y lugar de los hechos no fue suficiente para que la acusada temiese por su vida».

Por otro lado, entiende que «no es proporcional» que, ante la agresión de su marido, «la acusada clavase el cuchillo» y que «podía haber cogido otro objeto no mortal para defenderse», poniendo como ejemplo el frutero. En la primera sesión del juicio la procesada ya declaró que no quiso hacer daño a su esposo, «sólo que supiera que no iba a soportar más palizas», y relató que había sufrido malos tratos físicos y sicológicos durante su matrimonio. Llevaban casados 44 años y tenían cinco hijos.