Si en días anteriores dábamos cuenta del nerviosismo que se extiende en el facherío a cuenta de las cosas de Euskal Herria, hoy podemos certificar que la tensión va en aumento y a más de uno le va a terminar por dar un soponcio.

Ayer Ignacio Camacho, en «Abc», se remitía a la Historia: «parece que la ansiedad se ha apoderado de demasiada gente, a juzgar por el trasiego político que de repente ha empezado a observarse en los actores que transitan por el escenario vasco. El aspecto más peligroso de este acelerón de negociaciones y tanteos lo constituye la hipótesis verosímil de que el Gobierno, acuciado por la necesidad de éxitos rápidos que recompongan un poco su destruida imagen, haya incluido un nuevo abrazo de Vergara en su perentoria agenda de final de mandato». Pues sepa Camacho que por estos pagos no hay nadie dispuesto a firmar un nuevo «Abrazo de Bergara».

También se mostraba un tanto mosqueado el editorialista de «El Correo Español»: «El problema es que durante estos últimos días ETA y la izquierda abertzale han logrado el efecto que siempre persiguen: transferir a las formaciones legales, a las instituciones y a la sociedad en general la responsabilidad de poner fin a la violencia, alimentando un clima especulativo e induciendo discrepancias entre los demócratas. Resulta sumamente preocupante que en el momento de mayor debilidad y desconcierto en el mundo de ETA y la izquierda abertzale vuelva a resquebrajarse la unidad frente al terrorismo». Y más preocupado que va a estar.

Y el inefable Cayetano González trasladaba su ansiedad a las lectoras y lectores de «Diario de León»: «Siempre he pensado que en la lucha antiterrorista lo importante no es lo que hagan y digan los terroristas y sus secuaces, sino lo que hagamos y digamos quienes estamos al otro lado de la raya, empezando por el Gobierno y las instituciones de nuestro Estado de Derecho. En este sentido, los mensajes que en los últimos días están saliendo de las esferas gubernamentales y del PSOE producen una enorme preocupación».

Pues una piensa que si la fachongada está preocupada, tenemos razones para estar un poco más tranquilos.