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«Estamos ciegos en Inteligencia para la seguridad interna»

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Rafael Correa
Presidente de Ecuador

Hoy se cumple un mes del intento de golpe de Estado contra el presidente democráticamente electo de Ecuador, Rafael Correa. Aprovechando esta triste efeméride, el mandatario valora los sucesos del 30 de setiembre, así como las circunstancias e implicaciones que propiciaron la asonada. Esta entrevista fue publicada a principios de semana en las páginas del diario mexicano «La Jornada».

Blanche PIETRICH «La Jornada»

El presidente Correa llega con un poco de retraso al Palacio de Carondelet, donde ha citado a «La Jornada», porque antes ha ido a visitar en el hospital a un niño de 11 años que el 30 de setiembre recibió un disparo de bala en la pierna. El chico sufrió dos paros cardíacos pero, al mes de los sucesos, se restablece satisfactoriamente.

Correa se expresa con una franqueza poco común en jefes de Estado: «Estamos ciegos, a cero, en materia de Inteligencia para la seguridad interna». Indignado con los sectores que participaron en la conspiración, incluidas las organizaciones indígenas que ahora hacen política en alianza con la oposición de derecha.

Basta traer a colación el 30 de setiembre para que reviva con vehemencia y evidente tensión los «tres o cuatro momentos» en que sintió que podía morir, sobre todo durante el tiempo que estuvo retenido en el Hospital de la Policía: «Hubo un momento en el que lo único que hice fue rezar un padrenuestro y acostarme en el piso de la habitación».

«En una sociedad civilizada, con gente como los golpistas no se conversa: se aplica la ley». Desencantado: «Yo me siento como un perdedor; todos perdimos». Y retado: «No vamos a claudicar, vamos a radicalizar este proceso. Es una deuda con la ciudadanía heroica que salió a la calle a defender la democracia».

Lo que de verdad le enfada es la estrategia de sectores conservadores, repetida por medios de peso como CNN y «The Washington Post», de negar que lo de hace un mes fue un complot: «Niegan el intento de asesinato del presidente, niegan que estuve secuestrado, dicen que esto es un show. ¿Quién se puede tragar esa piedra de molino? Ahí están las pruebas, ahí están los muertos, ¡por Dios!».

Es un dolor personal. Y se le nota. Alguien cercano al presidente nos contaría que en las primeras horas del conflicto, cuando se presentó al regimiento Quito para atender la protesta de los policías y se vio acosado y gaseado por éstos, uno de los sublevados llevaba un bate y le lanzó un golpe que iba directo a su rodilla lesionada, que le tiene ya desde hace meses entrando y saliendo del quirófano, usando muletas y hasta silla de ruedas. Un escolta se interpuso. Le fracturaron el tobillo.

Más tarde, otro guardia, uno de sus más cercanos, se quitó el chaleco antibalas para colocárselo al presidente. Le tocó una bala en la espalda y se teme que quede parapléjico. Finalmente, otro más, joven del Grupo de Operaciones Especiales, cayó abatido en el momento del rescate cuando cubría con su cuerpo la ventanilla de la camioneta sin blindaje en la que sacaban al presidente en medio de un intenso tiroteo.

Después del golpe a Manuel Zelaya, en Honduras (28 de junio de 2009), usted declaró: «yo soy el que sigue». ¿Qué señales veía entonces?

Desde el primer día de mi Gobierno vivimos una conspiración permanente, como todos los gobiernos del cambio en América Latina. Qué casualidad que somos nosotros -2002 Venezuela, 2008 Bolivia, 2009 Honduras, 2010 Ecuador- los que hemos sufrido intentos de golpe. La posibilidad de que esto sea casualidad es nula. ¿Por qué? Porque estamos cambiando las cosas.

Sorprende la forma en que usted reconoce que las estructuras de Inteligencia han sido penetradas por la CIA.

Es que es así. Cuando yo llego al Gobierno, sinceramente, por mi origen académico, ese tema ni siquiera era una prioridad. Fue mi gran error. ¿Qué es lo que me devuelve a la realidad? El primero de marzo de 2008, cuando tuvimos evidencia de que las instancias de seguridad del Estado ecuatoriano conocieron con anticipación del ataque colombiano a Angostura y no nos informaron. Avisaron a la embajada de Estados Unidos.

Ahí nos damos cuenta de que esas unidades recibían presupuesto de EEUU. Se forma una comisión que se pone a investigar y entre sus recomendaciones está desmantelarlas. Tenemos evidencias de que su jefe, el coronel Mario Pazmiño, era empleado de la CIA.

Cuando lo despido y decidimos que somos nosotros quienes vamos a nombrar a la directiva, la embajada de EEUU decide llevarse el equipo que había dado. Pero los directores no sólo les dan los equipos, sus camionetas, las computadoras, sino ¡la información de las computadoras! Imagínese el servilismo de esta gente.

¿Cómo de grande fue el boquete que se le hizo a la seguridad interna?

Quedamos en cero. Todos los cuadros de Inteligencia trabajaban para la CIA. Hemos tenido que buscar unos alternativos, algo que no se hace de la noche a la mañana. Recién en 2009 logramos aprobar la ley del sistema nacional de Inteligencia.

¿Esta debilidad es lo que se manifestó el 30 de setiembre?

Por supuesto. Hubo traición en ciertos sectores de Inteligencia de la Policía.

¿Y de las Fuerzas Armadas?

También. El partido Sociedad Patriótica estuvo involucrado. Su origen es militar. Hay núcleos que, según consta en el informe de la Comisión de la Verdad, atentaron contra los derechos humanos y se sienten identificados con estos partidos.

¿A esta hora usted puede confiar en la lealtad de las Fuerzas Armadas?

Bueno, se portaron profesionalmente. No todos. Y en general tienen un agradecimiento con este Gobierno, ya que les hemos duplicado el salario, les hemos equipado. Cuando llegamos, los encontramos en un estado de indefensión. Sólo 7.000 de los 42.000 policías tenían armas. Los dotamos con patrullas, municiones, equipos de telecomunicaciones. Lo mismo en la Fuerza Aérea. Al principio no teníamos prácticamente nada, ni helicópteros. Ahora tenemos ya 14 Super Tucanos.

Pero hay grupos duros con vinculaciones políticas a quienes no les interesa ni la Fuerza Aérea ni la democracia, sino mantener sus privilegios y sus conductas represivas.

¿Qué mecanismos tiene la ciudadanía para defenderse de conspiraciones de este tipo?

En esto Hugo Chávez y Evo Morales nos llevan ventaja. Chávez viene de una formación militar, conoce de esto y ha transformado el inmenso capital político que tiene en estructuras organizadas. Evo viene de los movimientos sociales, de una larga lucha, y tiene el apoyo de todas esas bases. En Ecuador, el proyecto de Alianza País es una reacción de la ciudadanía ante tanto desastre, tanto saqueo. Y, sinceramente, no soy experto en cuestiones militares o policiacas. El desafío de la revolución ciudadana es transformar el apoyo popular que tenemos en estructuras movilizadas como la mejor manera de disuadir estas intentonas.

Estos días, a propósito del plan B, el del magnicidio, hay quienes han recordado el libro «La hoguera bárbara», sobre el brutal asesinato, hace un siglo, de Eloy Alfaro.

El relato de Alfredo Pareja sobre cómo arrastraron hasta la muerte a nuestro líder liberal. No, no me voy a comparar con Eloy Alfaro, el único que ha hecho una verdadera revolución en este país y que para nosotros es una inspiración. Pero esto que pasó el 30 sí tuvo mucho de bárbaro. Vengo de visitar a un niño que a tres cuadras de aquí fue herido ese día. Estos desalmados le dieron 17 balazos a una ambulancia, hirieron al conductor y al asistente y en esa balacera una bala le atraviesa la pierna al menor.

¿Qué pasó por su cabeza? ¿Pensó que de verdad podía morir?

Sí, claro, no en uno, sino en varios momentos. Ahora sé que cuando a mí me llevaban al hospital, entre los gases y los sublevados que me golpeaban, el director del Hospital de la Policía [César Carrión] mandó poner candados para que no pudiéramos entrar. La seguridad mía tuvo que rastrear el área, penetró por otro lado, quitaron los candados y abrieron. Luego declaró a CNN que yo no estuve secuestrado, sino que estuve perfectamente atendido.

¿Cuál es la verdad? Que cuando nos llevan a emergencias no nos dejan salir, tuvimos que refugiarnos en el tercer piso con la poca seguridad que tenía en ese momento y cerramos la puerta. La quisieron tumbar. Siempre estuvimos acorralados, hasta que llegó una unidad de élite a darnos resguardo.

Hubo tres o cuatro momentos en que sentí la muerte muy cerca. Uno, cuando golpeaban la puerta del tercer piso estos salvajes para buscarnos. No nos venían a saludar. Y después...

[Correa se detiene unos segundos, y suspira. Es notorio que está reviviendo momentos de gran intensidad. Se repone instantáneamente y sigue]

Después viene mi seguridad y me dice que interceptó comunicaciones con la orden de matarme, que ya vienen, están subiendo francotiradores. Se oía la balacera. Yo lo único que hice fue rezar un padrenuestro y acostarme en el piso de la habitación.

Otro momento fue durante el rescate. Balas por todos lados. Llegaron a rescatarme en una silla de ruedas, tengo 25 puntos en la rodilla de la última operación. No se podía salir por la puerta principal. Tuvieron que esconderme unos 10 minutos en un cuartito de limpieza, oscuro. Dieron la orden de salir por atrás y ahí también nos balearon. Con todo mi equipo sentíamos la muerte muy cerca, pero hubo mucha serenidad.

Perdón por la pregunta, pero ¿qué sintió?

Más que miedo, una indignación enorme por la traición. Y tristeza. Si me tocaba morir dejaba este proceso a medias, dejaba a mi familia, mis hijos.

Hubo cinco muertes y decenas de heridos entre mi gente. Es un verdadero milagro que esté vivo, porque ¡cómo nos dieron bala!

Políticamente, ¿cómo se siente ahora? ¿Cuáles son las perspectivas de su proyecto?

Dicen que el 30 de setiembre hubo una victoria porque aumentó nuestro índice de popularidad. Pero yo me siento un perdedor. Renunciaría a esos puntos de popularidad si pudiera volver a la vida a estos jóvenes que murieron ese aciago día. Tengo a mi escolta en un hospital en EEUU. Dios quiera que no quede parapléjico. Todos perdimos.

¿Es hora de cambiar, de frenar la revolución o, por el contrario, de radicalizar algunas medidas?

Por supuesto, radicalizar. ¿Cambiar qué, por qué? Si tenemos más apoyo que nunca. No podemos claudicar ante balas asesinas. Sería traicionar a los que murieron ese día, a esa ciudadanía heroica que salió desarmada a defender la democracia. Reconciliar con criminales es imposible, eso sería permitir la impunidad. Vamos a continuar. Aún más: radicalizaremos la revolución.

Golpismo

«Desde el primer día de mi Gobierno vivimos una conspiración permanente, como todos los gobiernos del cambio en América Latina»

FUTURO

«No podemos claudicar ante balas asesinas. Sería traicionar a los que murieron ese día, a esa ciudadanía heroica que salió desarmada a defender la democracia»

«Creo que Estados Unidos como Gobierno no intervino en el intento de golpe de Estado»

Habla de la penetración de la CIA, pero no del Gobierno estadounidense. ¿Cuál fue su papel en este episodio?

Yo creo que EEUU como Gobierno no intervino. No excluimos la participación de ciertos sectores que actúan incluso contra el presidente Barack Obama. De ellos no tengo ninguna prueba, pero no excluyo que hayan intervenido de algún modo. Lo que sí excluyo, por la confianza que les tengo, es a Hillary Clinton y al presidente Obama.

¿Dice que es de confianza su relación con Obama?

Él me llamó un par de veces después del 30, preocupado por lo que se decía en ciertas publicaciones. Me aseguró que no tuvo nada que ver. Le respondí que no tenía que darme explicaciones. Es buena persona, pero no ha podido cambiar la inercia de gran parte del aparato político de Estados Unidos.

La versión de que el 30 de setiembre no hubo un intento golpista ha tenido mucho eco. La duda ha calado. ¿Qué se pretende negando las evidencias?

La ignorancia de la derecha y de ciertos medios de comunicación es tal, que ni siquiera conocen que una de las categorías básicas de sociología política latinoamericana es que cualquier levantamiento de fuerza pública ya se considera un golpe de Estado.

Lo que hubo fue una agenda política que se puso en marcha desde el momento en que yo llego al Regimiento Quito y cercan la caravana presidencial. Ahí estaba el lugarteniente del coronel Lucio Gutiérrez -ex presidente golpista y derrocado a su vez, fundador del partido opositor Sociedad Patriótica-, Fidel Araujo, con chaleco antibalas dirigiendo la operación. [Araujo fue detenido sin derecho a fianza el 5 de octubre]. En sus declaraciones ha dicho que estaba ahí porque había ido a visitar a su mamacita que estaba cerca.

¿Por qué esta estrategia?

Porque nos tratan de desacreditar. Niegan el intento de asesinato, que estuve secuestrado. Ahí están las pruebas, ahí están los muertos, los registros de las telecomunicaciones de las radiopatrullas con la orden `maten a Correa'. ¿En una protesta por mejoras salariales tratas de tomarte las antenas de televisión, la televisora oficial, cierras el aeropuerto? Creo que con estas mentiras están cayendo en ridículo. En buena hora. B.P.

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