Dicen que lo que peor que le puede pasar a quienes padecen un conflicto es que desaparezcan de la agenda política de los organismos y de los medios de comunicación internacionales. Es lo que han tenido que sufrir los saharauis, el olvido de las grandes potencias mientras tenían que acostumbrarse a vivir en el desierto, en uno de los hábitats más hostiles para el ser humano.

Una vez más, se ha demostrado que los grandes agentes que marcan la agenda mundial únicamente se mueven si existen intereses económicos. Y en el caso de Sahara Occidental, lamentablemente, resulta más rentable económicamente llegar a acuerdos con el rey marroquí que con unos pobres desarrapados que carecen de todo en sus jaimas del desierto. Así lo han entendido EEUU, el Estado francés y también el Estado español, antigua potencia colonial que nunca ha hecho frente a sus responsabilidades.

Lamentablemente, el conflicto de Sahara Occidental ha vuelto a ocupar espacio esta semana en los medios de comunicación, al menos en algunos. Pero, una vez más, ha sido porque la represión marroquí se ha cebado en civiles indefensos que, tal y como sucedió hace 35 años, se han visto obligados a plantar sus jaimas en el de-sierto para denunciar que sus derechos civiles, políticos y económicos son conculcados continuamente por el ocupante marroquí.

La respuesta de las tropas del rey contra una protesta pacífica ha vuelto a ser la misma de siempre: represión y muerte. Por unos días, Sahara Occidental ha vuelto a los medios. Lamentablemente, dentro de poco volverá a desaparecer.