COMICIOS LEGISLATVOS EN EEUU
Más allá de las elecciones de medio mandato Rousseff mantiene la ventaja con Serra en los últimos sondeos
El autor destaca que las elecciones legislativas de medio mandato en EEUU se han convertido en una especie de plebiscito de la gestión del presidente Barack Obama y que las perspectivas no son nada halagüeñas para el inquilino de la Casa Blanca. Si finalmente se confirman los datos de los sondeos, los republicanos se lanzarán sin descanso contra los dos años de presidencia demócrata que restan. Los brasileños tienen hoy una nueva cita en las urnas para escoger al sucesor de Lula en la Presidencia del país. Su protegida, Dilma Rousseff, ha retenido la vitola de favorita al lograr mantener la ventaja que los sondeos le dan respecto a José Serra.
Txente REKONDO Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN)
El martes se celebran las elecciones de medio mandato en EEUU, donde se elegirán a los nuevos congresistas (435 escaños) y a 36 de los cien senadores, así como a 37 de los 50 gobernadores y otras elecciones de ámbito estatal y local. Pero más allá de esa cita concreta muchos afrontan esta cita electoral como una especie de referéndum sobre el actual presidente Barack Obama.
La mayoría de los sondeos coinciden en remarcar unos datos bastante preocupantes para los intereses del partido Demócrata, a pesar de que algunos de sus dirigentes confían todavía en revertir esas proyecciones en los últimos días y que los esfuerzo del propio Obama por atraer nuevamente a las bases que le auparon al triunfo hace dos años (jóvenes, mujeres, minorías...) acaben dando sus frutos.
Durante estos días se han sucedido los diferentes calificativos ante el escenario que se puede avecinar, y todos con una evidente carga peyorativa hacia los demócratas. Un tsunami, la tormenta perfecta o el apocalipsis demócrata son algunos ejemplos. Y de ese pesimismo también parecen haberse contagiado los propios políticos del Partido Demócrata que hablan de un «peligroso huracán» para sus intereses, pero que la «cuestión es saber si será de fuerza tres o cinco».
La situación que atraviesa el país también juega contra el Partido Demócrata. Hace ahora dos años los demócratas supieron aprovecharse y beneficiarse del rechazo popular hacia las políticas republicanas, y parece que ahora éstos pueden devolverles la pelota. EEUU presenta hoy en día una economía en crisis y muy debilitada, con Obama recogiendo los peores índices de popularidad desde su llegada a la Casa Blanca, un auge del sentimiento populista contra «la política» y contra «Wa-shington», con millones de dólares que llenan las arcas republicanas (y también a las demócratas) por parte de grupos de intereses, así como movimientos (Tea Party) que han sabido movilizar nuevamente a las bases de un moribundo Partido Republicano.
Los dirigentes demócratas creen que todavía pueden, si no ganar, sí por lo menos reducir el margen de la derrota. Para ello se basan en que todavía mucha gente rechaza a los republicanos, pero para su pesar, parece que los votantes se muestran todavía más desencantados con los meses del mandato de Obama.
El recorrido de estos dos años es visto de forma diferente por parte de los distintos sectores que apoyaron al presidente estadounidense, aunque todos coinciden en mostrar su rechazo. Los más progresistas han visto cómo Obama no ha sido capaz de romper con los grandes poderes fácticos del país, y además en política exterior se ha mostrado en la línea de su predecesor. Para las posturas más centristas, el actual presidente no ha sabido afrontar debidamente la crisis económica, desconfiando de las medidas adoptadas hasta la fecha. Y por su parte, los sectores jóvenes han perdido buena parte de su ilusión inicial, la minoría hispana ve con temor que la anunciada reforma sobre migración no se materialice, e incluso entre el sector femenino son cada vez más las voces que se muestran dispuestas a poyar a un candidato republicano.
Finalmente, aquellos que se aferran a la historia, buscando paralelismos con la derrota demócrata de 1994 y la posterior victoria de Bill Clinton en 1996, deberían reconocer que la situación y la coyuntura son muy diferentes, y probablemente no se repita la misma película.
El Partido Republicano espera su momento para la venganza. Si finalmente se confirman los datos de los sondeos, los republicanos se lanzarán sin descanso contra los dos años de presidencia demócrata que restan. Tras la victoria de Obama en 2008, muchos escribieron demasiado pronto el epitafio del Viejo y Gran Partido (GOP en inglés), una antigua denominación del Partido Republicano muy utilizada en la prensa estadounidense.
A su favor tienen una especie de historia cíclica que se repite en la política estadounidense (y en otras), donde la desilusión hacia los ganadores no tarda en aparecer y suele acabar arrinconando la euforia de los primeros meses tras la victoria electoral. Y eso parece que concuerda con la situación que atraviesa el mandato de Obama.
Es evidente que los republicanos todavía tienen muchos retos ante sí. Deberán superar la desconfianza o rechazo de parte del electorado, las divisiones internas en torno al liderazgo del partido, o sobre el discurso que debe adoptar, e incluso deberá afrontar el pulso entre las élites del partido y el emergente movimiento del Tea Party.
Frente a aquellos que hace algunos meses auguraban un serio problema para las intenciones republicanas, a la vista del aumento del movimiento citado, parece que finalmente los peores augurios no se han confirmado, y por el contrario el Tea Party puede ser un importante impulso de cara a un éxito electoral.
El Tea Party puede ser una de las claves si finalmente vencen los republicanos. La capacidad movilizadora de las bases de ese movimiento, el saber atraer a nuevos votantes y recoger a buena parte de la «América descontenta» cobra especial relevancia ante unas elecciones como las de medio mandato, donde por regla general la participación suele ser más baja que en las presidenciales (ya de por sí baja también). Su decisión de no constituirse como el «tercer partido» ha contribuido a cerrar las dudas en torno al Partido Republicano, y su futuro acomodo dentro de la familia republicana es algo que probablemente suceda tras las elecciones.
Los datos demuestran que en las elecciones previas de estas elecciones ha participado más gente en torno al partido republicano que entre los demócratas, lo que puede anticipar también que ese fenómeno se repetirá el martes. Todavía es demasiado pronto para hacer un cálculo definitivo en torno a ese fenómeno, dada su heterogénea organización y su articulación en diferentes grupos por todo el país, sin embargo en los próximos meses jugarán sus bazas para insertar buena parte de su discurso populista y reaccionario en los ejes centrales del próximo proyecto republicano, que busca volver a recuperar la Presidencia de EEUU.
La política y el dinero van de la mano en Estados Unidos (y en otros países), y ese es otro aspecto interesante de estas elecciones, que refuerza además una idea bastante peligrosa para todos aquellos que dicen defender el actual sistema como la panacea de la democracia. Recientemente un analista estadounidense se planteaba la siguiente pregunta: «Imagine una elección en un país del Tercer Mundo, donde un pequeño número de millonarios y multimillonarios han gastado sumas enormes para impulsar los resultados en su dirección preferida. ¿Cuanta gente desde aquí lo presentaría como un país `poco desarrollado' sin sentido de la democracia su insuficiente sistema político?».
Y esa es la realidad que se repite en EEUU (y en otros lugares), donde las donaciones, anónimas o no, a políticos es el gran condicionante de las campañas y en buena medida de los resultados, ya que esas «donaciones» buscan que posteriormente sus receptores devuelvan con creces los favores prestados. Ese mismo analista añade que «las donaciones son muy peligrosas, ya que van unidas a la corrupción y son la antítesis de la transparencia que toda democracia requeriría», sin olvidar que a más «aportaciones» más «influencias».
Tras estas elecciones la política estadounidense, si se confirman los malos resultados para los demócratas, dará un nuevo giro hacia la derecha. Bien por la ofensiva republicana, bien por la postura que adopte el propio Obama, temeroso de que esa ola conservadora se acabe convirtiendo en un elemento que le impida reeditar dentro de dos años su presidencia.
En consecuencia el discurso demócrata buscará una modulación que vuelva a atraer a los verdaderos poderes del país para buscar nuevos apoyos económicos, y en definitiva abrir un horizonte que les permita afrontar la próxima campaña presidencia en adecuadas condiciones.
A partir del próximo miércoles los principales partidos políticos estadounidenses pondrán en marcha sus maquinarias en vista a las primarias y posteriormente a las elecciones que en 2012 elegirán al futuro presidente de EEUU.