Los servicios de rescate indonesios encontraron ayer a más de 130 personas que estaban desaparecidas en las islas devastadas por el tsunami, mientras que la inquietud persiste en torno al volcán Merapi ante el temor de que se produzcan nuevas erupciones de gran fuerza.

Indonesia seguía viviendo ayer al ritmo que marcan las dos catástrofes naturales que le golpearon al comienzo de la semana y que han provocado al menos 451 muertos.

Mientras que el balance de fallecidos no dejó de crecer en los últimos cinco días, una buena noticia llegó del archipiélago de las Mentawai, cuyas costas fueron devastadas por un potente tsunami el lunes por la noche.

«Los servicios de rescate han descubierto a algunos desaparecidos en las colinas de la isla de Pagai del Norte», anunció Agus Prayitno, un responsable de los servicios de rescate. De este modo, el número de desaparecidos ha descendido de 298 a 163 mientras que el de muertos se ha estabilizado en 413.

«Estamos muy felices por haber encontrado tantas personas de las que no teníamos noticias», se felicitó el director de la célula de crisis, Joskamatir.

En este archipiélago poco desarrollado, las operaciones de rescate resultan complicadas por una meteorología adversa, con una mar muy fuerte y lluvias, además de por la falta de barcos, el único medio de transporte que permite llegar a las aldeas de pescaderos que se vieron afectadas por las olas gigantes.

«Necesitamos urgentemente víveres, tiendas y mantas. Tiemblo de frío por la noche porque no deja de llover», cuenta Theopilus, de 42 años, un campesino que sobrevivió al desastre en la isla de Pagai del Sur.

Nueva erupción del Merapi

1.300 kilómetros al sur, en el centro de la isla de Java, la población y las autoridades están preocupadas por el volcán Merapi, que provocó la muerte de 38 personas desde que comenzó su erupción el martes por la noche.

Numerosas personas que viven a entre diez y quince kilómetros del cráter huyeron en plena noche, hacia la 1.00 de ayer [20.00 del viernes en Euskal Herria], tras escuchar «varias explosiones que parecían truenos», según Mukinem, una madre de 42 años. Esta explosión provocó una nube de cenizas de 3,5 kilómetros de alto.