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Raimundo Fitero

Total

El domingo a la mañana se emitió por una cadena de difusión estatal un programa cuyo título era: «El guerrero más total», y su contenido se dedicaba a comparar la capacidad de lucha, dolor y muerte de las armas y las disciplinas guerreras de los maoríes y los shaolís. Además, su formato pretendía dotarle de valor científico ya que se hacían pruebas con muñecos preparados a tal efecto y con trozos de carne de vacuno y varios médicos forenses, especialitas diversos de otras ciencias, especialmente militares, analizaban los cortes, las penetraciones de puñales, lanzas con varias cabezas, dardos u otras herramientas mortales que utilizaban los antes mencionados, aunque en todos los casos se nos adornaba la cuestión aduciendo asuntos religiosos, mitológicos y hasta culturales.

El documental era muy entretenido. Con unas partes realizadas por actores que simulaban actuaciones de unos u otros en tiempos remotos, pero con especialistas en ambas disciplinas militares en vivo, comparando, utilizando sus especiales armas, todas manuales, eso sí, con sus coreografías y técnicas de movimiento, Era, por decirlo pronto, una escuela de agresividad. Una muestra de técnica militar, supuestamente de defensa, pero que mostraban en su totalidad, es decir en su fase de ataque, y se comparaba con acciones muy violentas, con golpes a esos maniquíes perfectamente preparados que aparentemente sangraban o dando tajazos a piezas de carne colgada.

O sea, colocado en horario infantil, familiar, para que los niños se puedan defender mejor en la ikastola, y para que las fuerzas y cuerpos de seguridad demanden a sus políticos, entrenamientos de esa índole, para justificar mejor su agresividad. El guerrero total aparece demasiadas veces en nuestras pantallas. Es una propaganda subliminal que se va colocando a dosis. Por ejemplo, de repente aparece como noticia de informativos de varias cadenas la implantación de una técnica de defensa israelita que se está enseñando a policías y que tienen gimnasios abiertos para conocerla. Imagino que viendo las armas, primarias unas, pero elaboradas con metales otras, muchos descerebrados estarán buscando en internet dónde comprarlas. Y no para su museo, sino para utilizarlas.

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