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REPORTAJE

Arranca la campaña electoral sobre las cenizas del frustrado proyecto de nuevo estatut en Catalunya

Despejada la incógnita por la coincidencia con el partido Barça-Madrid -finalmente ha sido programado para el día siguiente, lunes-, las elecciones del 28 de noviembre llegan marcadas por el desastre de la operación política del Estatut.

Cepillado hasta tres veces, el «engendro» que salió del Constitucional español, nieto del primer filtro que pasó en la negociación entre los partidos e hijo del raspado que pactaron posteriormente el presidente Zapatero y CiU, ha certificado, políticamente, la defunción de la vía estatutaria.

Pero la política, con mayúsculas, y el partidismo se dan cada vez menos la mano en Catalunya, a tenor de los mensajes de arranque de la campaña electoral, que oficialmente comenzó ayer.

Circunstancias externas y cuestiones de dinámica interna coinciden también esta vez para hacer difícil un pronóstico. Entre las primeras destaca la agenda estatal. Los comicios catalanes se perciben como la primera antesala, previa a las municipales y autonómicas de la primavera del año que viene, de las elecciones generales españolas. Todo ello en un Estado enfangado en una crisis económica cuyo final no se atisba y sometido a unos ajustes draconianos.

Entre los factores internos destaca el ya mentado fracaso del Estatut y la confesada crisis de la experiencia del Tripartit. Sus dos principales socios, PSC y ERC, reniegan públicamente de ella, y sólo es defendida por la izquierda ecologista de ICV.

El tiempo dirá si la fórmula está definitivamente agotada o si asistimos a un intento de ambos partidos, a la baja en las encuestas, de marcar perfil propio. El tiempo y los resultados electorales concretos.

Y ahí serán decisivos los que coseche CiU. Históricamente primera fuerza en las elecciones autonómicas -salvo en 2003, en las que el PSC de Pasqual Maragall fue el más votado-, las encuestas auguran a la formación catalanista de centro-derecha una victoria holgada. No obstante, difieren sobre su alcance. Algunos le otorgan la mayoría absoluta, mientras otros, como el hecho público ayer por el CIS, le dejan a las puertas aunque le aseguran que no se podrá reeditar, matemáticamente, el Tripartit.

Abstención diferencial

La cuestión de la participación será vital a la hora de definir tanto el futuro Parlament como el Govern.

Y es que, junto al trasvase tradicional de votos según la cita electoral, que se repite en otros escenarios, en el Principat se da un fenómeno conocido como abstención diferencial, y que consiste en que el índice de participación en las autonómicas es mucho menor (hablamos de cifras de dos dígitos) respecto a las generales españolas. Consciente de ello, el PSC ha decidido despojarse del traje catalanista y ha llamado al desembarco a la cúpula del Gobierno y del PSOE, en un intento de movilizar el voto «ausente» en el área metropolitana de Barcelona.

El PP de la sede central de Génova hará lo propio en un intento de plantear la contienda en clave estatal, de apoyar a su desconocida candidata y de impedir la tradicional fuga de votos «populares» a CiU.

Para ello, tanto el president de la Generalitat como la candidata derechista Alicia Sánchez-Camacho airean el fantasma de un pacto postelectoral en clave soberanista entre CiU y ERC y mientras Sánchez-Camacho trata de movilizar el voto con propuestas de tinte racista como el «contrato de integración» -que incluye el compromiso de los inmigrantes de irse si suman más de un año en el paro-, Montilla enarbola la bandera de la «izquierda» y acusa al líder de los convergentes, Artur Mas, de ocultar una agenda de recortes neoliberales que equipara a la que acometería el PP de Mariano Rajoy si desembarca en La Moncloa en el 2012.

Su rival en este campo, y ciertamente con mayor credibilidad -vista la política de Zapatero- es ICV, de Joan Herrera, formación que no parece verse afectada por los vuelcos que se atisban en los sondeos y mantendría su actual representación minoritaria.

En este panorama, y atacado desde todos los flancos, Mas alerta del riesgo de triunfalismo, y consiguiente relajo y desmovilización, de su electorado a tenor de los buenos resultados que le auguran las encuestas.

La que hizo pública el Centro de Investigaciones Sociológicas español debería tranquilizarle en este sentido, ya que le sitúa paradójicamente aún a nueve escaños de la mayoría absoluta.

Batalla en el seno del soberanismo

Interesante se presenta la pugna en el seno del soberanismo con la irrupción de nuevas fuerzas como Solidaritat Catalana, del ex presidente del Barça Joan Laporta y Reagrupament, surgida de una escisión de ERC.

Se da por hecho que Esquerra Republicana no repetirá los grandes resultados de las últimas citas electorales -con el pico de las de 2003- aunque la últimas encuestas, como la del CIS, certifican que amarraría el tercer puesto por delante del PP.

Por lo que toca a sus rivales directos, todo apunta a que la liderada por Laporta, e incluso ambas, podrían entrar en el Parlament. Lejos, todas ellas, de lo que debería ser un escenario electoral en una Catalunya post-Estatut.

Dabid LAZKANOITURBURU

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