Raimundo Fitero
Falsos divinos
De éxito en éxito hasta el fracaso final. Comprobar los datos de audiencia de las cadenas es un ejercicio de apreciación del riesgo en despacho ajeno. El que una serie, un programa, una retransmisión suba o baje unas décimas de porcentaje de audiencia es una anécdota, pero cuando se presentan programas como apuesta de la cadena y se deben retirar a las tres semanas, ¿de qué estamos hablando? Las decisiones del programador de una cadena privada están basadas en un equilibrio entre los futuribles, los recursos propios y las esperanzas. No pueden perder dinero, pero deben intentar sembrar para recoger los frutos en próximas semanas. O como cuando se contraprograma, que se hace, no tanto para ganar, sino para no perder demasiado.
Pero, ¿qué sucede en los despachos de decisión de los programas en las televisiones públicas politizadas y en manos de unos partidos políticos y sus adláteres, tanto en forma de productoras, como en artistas con ceja o sin ella? Siempre se anda bajo sospecha, y en algunas ocasiones, se confirman de una manera más que obvia. Nos referimos a Boris Izaguirre, que no ha dejado de aparecer en televisión desde que se convirtiera en el mejor acompañante de Sardá en aquellos marcianos prehistóricos. Ha vendido su pluma a varias cadenas, pero su último fracaso sonado ha sido en la primera estatal con un programa de entrevistas titulado “Humanos y divinos”, que era una cursilería en sus formas y una nadería en su supuesta categoría de programa de entrevistas. No dio la talla porque se colocó él en primera persona, eligió un espacio imposible por lo que tenía de etéreo y trajo a sus amigos que no tenían un interés demasiado claro.
Quizás haya que entender que es el propio género de entrevistas el que no funciona, porque la cadena estatal ha tenido en pocos meses un encadenado de fracasos en el género a cargo de Lorena Berdún, el relamido, pelotero, engreído Juan José Lucas y ahora el histriónico Boris, que se embute con sus ternos entallados, sus retoques de cara y michelines, pero que se ha estancado de manera evidente en su capacidad comunicativa. El es un falso divino, un humano desclasado.