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Maite SOROA

Hablan los amantes del conflicto

El protagonista de la jornada, ayer, era el presidente del PSE, Jesús Eguiguren, una de esas personas que resulta estimado por unos y despreciado por otros. Es lo que les pasa a los políticos.

Sin embargo, ya hay quien ha transformado su inquina en denuncia y hasta petición de cárcel. Ya ven cómo está el patio hispano.

Ayer, en «Abc», Ignacio Camacho aseguraba que Eguiguren «se ha autoinculpado de al menos dos delitos al admitir sus idas y venidas con Josu Ternera, ese mocetón tan simpático y jatorra». Empieza pisando fuerte.

Camacho detalla los delitos: «Uno de lo delitos es el muy obvio de reunirse con terroristas y el otro podría ser, dada la condición de prófugo de Ternera, el de denegación de auxilio a la Justicia». Hasta donde servidora sabe, cada cual es muy libre de hablar con quien le plazca. Lo de ir por ahí deteniendo a la gente es cosa de jueces y policías.

Pero a Camacho le parece que Eguiguren tenía que haber agarrado del cuello a su interlocutor y arrastrarlo por media Europa hasta entregarlo en un cuartelillo de la Guardia Civil.

Y como no lo hizo, el columnista de «Abc» sentencia que «el fiscal o el juez deberían pedir que se le dedujera aparte testimonio de sus confesas andanzas, con advertencia expresa de la posibilidad de resultar imputado». Y si le imputan, ya se encargarán Camacho y compañía de redactar la sentencia.

Pero hay algo que les molesta sobremanera y, al final, terminan reconociéndolo: «El Estado aprieta pero Txusito no ahoga». Por eso defienden su particular tesis: «Si fuese por Txusito, el conflicto vasco llevaría años resuelto. Él mismo lo dice: el entendimiento es fácil si se prescinde de los muertos, que son 860 muerto arriba, muerto abajo. Nos olvidamos de ellos y ya está, a vivir que son dos días y en Euskadi son `cuatro gatos' (sic) y acaban cogiéndose afecto. No pocos de esos muertos eran compañeros de filas de Eguiguren aunque los muchachotes del otro lado no les dieron tiempo a tomarles estima. Pero como ya es inevitable qué se le va a hacer, pelillos a la mar brava de Bermeo y a tomarse unos potes con la peña. Que son buenos chicos y han cambiado». Lo que está claro es que algunos no quieren ni por el forro que las cosas se arreglen.

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