Koldo CAMPOS Escritor
El caso Anoeta
Decía un tertuliano de esos de sesuda incontinencia que el juicio por el acto en Anoeta no había servido para nada. Pero no hay porqué ser tan pesimista. La verdad es que ha rendido sus frutos. Gracias a esa nueva mascarada judicial la propuesta de la izquierda abertzale ha vuelto a mostrar su fortaleza, como ha quedado en evidencia, desnudando de nuevo sus políticas miserias, la Audiencia Nacional.
Ha servido el juicio para volver a enfatizar la necesidad de un futuro en paz, sin secuestrados presos ni presos secuestrados, sin tiros en la nuca o en la sien, que precisa razones, no exabruptos; y que demanda voces, no mordazas.
Y ha servido, además, para proyectar, en todos los sentidos, la calidad humana de líderes como Otegi, Permach y Alvarez.
También ha permitido que, por una vez, en un tribunal del estado español, una digna voz secundada por solidarios aplausos, brindara su apoyo al pueblo saharaui y a su derecho a disfrutar su independencia.
El juicio también nos ha permitido conocer la razón de que existan víctimas de terrorismo de primera y de segunda clase.
«A nosotros ya nos han matado» afirmó la presidenta de una asociación de víctimas. «Tomás Alba y Josu Muguruza fallecieron» reiteró un guardia civil que compareció en el mismo juicio.
En ello debe radicar la diferencia que explique porqué hay víctimas legales e ilegales, profesionales y aficionadas, de primer canal y de último desagüe, con derecho a reivindicar su identidad y ser reconocidas, y obligadas a renunciar a su memoria y ser desconocidas.
A unos los matan y a otros los «fallecen».