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Maite SOROA | msoroa@gara.net

Las cosas que pasan al negociar

Los elementos más obtusos del nacionalismo español están que se suben por las paredes por las cosas que dijo ante las cámaras de televisión el presidente del PSE, Jesús Eguiguren. Ahora ya tienen monigote para el pim-pam-pum.

Aleix Vidal-Quadras, político emérito metido a columnista de prensa, acreditaba ayer en «La Nación» el estupor de la derechona facciosa ante lo que a la gente normal le parece normal.

Así, se refería a los encuentros de Eguiguren con Josu Urrutikoetxea durante el anterior proceso de negociación y sentenciaba que «la benevolencia de las fuerzas nacionalistas con ETA es entendible porque al fin y al cabo comparten objetivos, si bien en cuanto a los métodos practican el principio de la división del trabajo, pero en el caso de los socialistas determinadas actitudes complacientes son un auténtico misterio». Ya ven que los fachas no entienden casi nada.

Y luego se erigen en portavoces de la mayoría. A la que ni se le pregunta, por supuesto: «Al conocer por su propio testimonio que el presidente del PSE, Jesús Eguiguren, mantuvo relaciones cordiales con el etarra Josu Ternera en el transcurso del absurdamente denominado proceso de paz, la inmensa mayoría de los españoles ha quedado profundamente sumida en una mezcla de asombro y repugnancia». Pues yo creo que la mayoría habría preferido que todo saliera bien y no se rompiera aquel tiempo de esperanza. ¿No les parece?

Lo que le parece increíble a Aleix Quadras es lo que sucede siempre que se negocia: «dada la coincidencia generacional y su común condición de padres, se produjo una `conexión' entre ellos y departieron, además de sobre los graves asuntos de la negociación, de fútbol, de cine, de toros y otras amenidades en un clima que se trasluce bastante amable y distendido». Relean las memorias de todos los líderes políticos que han negociado con el enemigo y verán que eso es lo más común.

Y para concluir, sentencia a Eguiguren: «Almorzar con una hiena, ver de cerca el brillo de sus ojos helados, sentir su aliento fétido en la cara (...) requiere un estómago muy hecho a la bazofia y la pérdida irreversible de cualquier asomo de conciencia humana».

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