Irlanda acelera el efecto dominó en la eurozona
El tigre celta, nombre con el que se conocía el «milagro económico» irlandés, agoniza y está a punto de entrar a la sala del quirófano para una intervención de urgencia del veterinario alemán. Los tiempos de la soberanía económica van quedando cada vez más lejos, y la política fiscal que permitió -con bajísimos impuestos de sociedades- que grandes corporaciones como Google o Apple Inc. se instalaran en su territorio ya no existe como decisión soberana de Dublín. La economía irlandesa está fuera ya del mercado de bonos soberanos que financien su deuda, y el Gobierno sufre una presión por todos los flancos para que permita aplicar el fondo europeo de estabilidad financiera, ya aplicado en Grecia. La presión contra Irlanda es máxima, como crítica es la preocupación por el futuro de la eurozona, que en palabras del presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy, se enfrenta a una «crisis de supervivencia».
Irlanda es un problema, pero lo que realmente preocupa es que pueda producirse una reacción en cadena. Sería un desastre europeo que en el peor de los escenarios podría llegar al colapso del euro y de la viabilidad de la Unión. Economías como la portuguesa y la española necesitan de fondos internacionales para financiar las respectivas deudas soberanas, pero los inversores han empezado a mostrar un nerviosismo cada vez menos contenido, un escepticismo más generalizado. El efecto dominó es de hecho una realidad instalada: Islandia, Grecia e Irlanda son fichas caídas; Portugal, Estado español, e incluso Italia, se tambalean. Todo ello indica que el baile de las economías con la bancarrota está ya abierto, que las profecías más catastróficas se están cumpliendo.
A falta de conocer los detalles del mecanismo de bancarrota acordado por Merkel y Sarkozy, que se implementará cuando expire el fondo de rescate en 2013, el pánico cotiza en bolsa y hace negocio. Los tiempos de soberanía económica, que algunos añoran, ya no volverán. Y nadie sabe lo que va a ocurrir.