Gloria LATASA gloriameeo@hotmail.com
Bailar el agua
La noche ha sido fría y el fondo del valle amanece tapizado de nubes bajas. Son nieblas de irradiación constituidas por pequeñas gotas de agua en suspensión que, al juntarse, forman un delicado mar de nubes. Y en ese punto hay quien se pregunta ¿Cómo es posible que toda esa nubosidad aparezca y desaparezca de la noche a la mañana? Es sencillo, son diferentes disfraces del aire que vemos cuando en su seno baila el agua.
Bailar el agua significa halagar, adular, someterse o adelantarse a los deseos de otro. Ya lo dice el Quijote: «Pero sobre todo aviso a mi señor que si me ha de llevar consigo ha de ser condición que él se lo ha de batallar todo y que yo no he de estar obligado a otra cosa que a mirar por su persona en lo que tocare a su limpieza y a su regalo, que en esto yo le bailaré el agua delante». ¿Acaso nos adula el agua o se adelanta a nuestros deseos cuando aparece por la mañana? Algo más simple que todo eso.
Para comprenderlo no tenemos más que colocar un cazo con agua en la cocina y aplicarle calor. Enseguida el líquido comienza a hervir. Y si no interrumpimos el proceso veremos que se evapora totalmente y que el recipiente se vacía por completo. La conclusión es que con la aplicación de energía el agua cambia de disfraz, y desaparece. Si continuamos observando notaremos que cuando el vapor de agua toca superficies más frías (paredes, ventanas...) también se enfría, volviéndose agua y reapareciendo.
Al igual que en nuestra casa, en unas condiciones meteorológicas determinadas, podemos contemplar en la naturaleza cómo las nieblas aparecen a primeras horas, gracias al frío que por las noches se acumula en los fondos de los valles. Y cómo esas nieblas se esfuman a lo largo de la mañana a medida que el sol con su energía las hace ir desapareciendo.