«Me gusta tanto la música que he sido capaz de subirme a un escenario»
Cantante
No parece posible, pero el inestimable primer disco de Ruper Ordorika, «Hautsi da anphora», cumple treinta años. Tres dinámicas décadas que no logran mellar ninguno de los valores primigenios del álbum. La joya no ha perdido encanto y el autor se mantiene en forma, muy en forma.
Pablo CABEZA | BILBO
«Toda mi vida he sido un aficionado a la música. Suelo decir que siempre hay un chaval con gafas que mira con atención las pruebas de sonido en las plazas. Y que ese chaval era yo. Sí, ya de joven me encantaba la música», explica Ruper Ordorika, quien celebra estos días el treinta aniversario de la publicación por parte de Xoxoa de su primer disco «Hautsi da anphora», ahora propiedad, como todo el catálogo de Xoxoa, de la discográfica Elkar, quien ha preferido que la reedición sea exclusivamente en soporte vinilo de 180 gramos.
Para que se iniciara esa temprana devoción por la música, Ordorika no recuerda ninguna razón especial, «simplemente surgió». Primero tuvo una guitarra española (posiblemente con 15 años, allá por 1971) con cuerdas de metal y que le prestaba un amigo. Después lo intentó como batería por unos meses, también prestada, hasta que en un momento dado se dijo algo así como «esta voz es mía», y comenzó a cantar.
Respecto a su primera comunión en escena, el músico oñatiarra duda sobre si sería en el frontón de Amurrio como telonero de Oskorri («Natxo de Felipe siempre me empujaba para que saliera al escenario») o en el cine Pesca de Ondarroa con motivo de la presentación de Itoiz con ese nombre.
Colocado bajo el pick-up el renovado «Hautsi da anphora», resulta imposible que el corazón no se lleve un retortijón, que la nostalgia no te arree una en el hígado o que te sobrepase un peligroso pensamiento tipo «nada como lo de antes».
El calendario se desprende de 1980 y de una década. El disco se presenta durante un par de años y sus canciones se mantienen en el repertorio «del chaval» durante años y años. Tampoco extraña que así sea ante la fortaleza folk-rock de canciones como «Hi hintzena», «Herdoilaren», «Zenbait bertso xelebre», «Fas fatun», «Begira egiezu»... Casi todas con el bajo en primer plano, redondo, notorio, la guitarra limpia y antes de que llegara Mark Knopfler, Ruper con su gran voz (¿la mejor timbrada?) y la inspiración que recorre cada tramo del surco. Qué grande suena aún.
El punk-rock se retroalimenta con ferocidad por las mismas fechas. La canción de autor y sus dueños languidecen, pero Ruper sigue siendo capaz de llenar un teatro Trueba de Bilbo una, dos y las veces que sean oportunas: «Me alegro de que guardes ese buen recuerdo, pero creo que tú has sido también testigo de muy diferentes situaciones. Me gusta tanto la música que he sido capaz hasta de subirme a un escenario por ella».
«Hautsi da anphora» recuerda que han transcurrido treinta años y que todos los llevan encima. Sin embargo, una escucha sugiere que el tiempo no ha podido pasar, que es mentira, que todo está ahí tal y como se dejó, con sus sensaciones, sentimientos, misterio y, como dirá más adelante el propio Ruper, con «ese flequillo imposible».
¿Cuáles son los antecedentes previos a la grabación de «Hautsi da anphora»?
Antes de grabar el primer disco ya tocaba algunas de mis canciones aquí y allá, en pequeños conciertos reivindicativos, en solitario. La gente de Xoxoa [Jaime Yarritu] me escuchó y, desde entonces, me proponían una y otra vez que grabara para ellos. Otros músicos que me habían escuchado también me empujaban a que grabara, en particular recuerdo a Natxo de Felipe y a Bixente Martínez.
La primera grabación se realiza en Donibane Lohizune y no en Xoxoa de Galdakao.
Sí, hicimos una primera grabación en Donibane Lohizune mientras estaba en la mili, o sea, totalmente ilegal (risas). Creo que el estudio se llamaba Baccanales. Allí grabé con Jose Dufour, Ángel Celada, Bixente Martínez y Xabier Olloki. Pero las cintas se perdieron entre una disputa entre el estudio y la casa de discos, creo recordar. Al salir de la mili, volvimos a grabar en Galdakao. Yo estaba machacado por aquellos quince meses de servicio a la patria y aventuras varias, pero lleno de vitaminas, a su vez.
El disco se graba, en parte, con otros músicos, unos de Bilbo, otros de Gasteiz, Ipar Euskal Herria... ¿Cómo es ese proceso, cómo llega cada músico?
Quise montar una banda con músicos de los diferentes mundos que me gustaban. Cuando me enteraba de que el grupo Fausto tenía bolo, yo iba a Gasteiz. Allí podía escuchar a José Dufour y a Ángel Celada, que me parecían de otra galaxia, y que acabaron conmigo en el disco. Luego tocarían en la Mondragón y siguen en mil proyectos. Bixente era ya un guitarrista y mandolinista muy inquieto, lleno de ideas. Ya tocaba en Oskorri y fue un gran apoyo para mí. Olloki era un viejo amigo mío. Eran los años anteriores a que montara Potato y tocaba el piano en la onda que a mí me gustaba. Josu Zabala fue capaz de tocar el acordeón en aquel contexto de banda eléctrica. Esto era algo que yo perseguía y no pude conseguir hasta que toqué con él. En aquella época, Josu ya estaba dándole vueltas a montar lo que sería Hertzainak. Además, están el fenomenal Mixel Ducau (de Errobi), Joseba Erkiaga (Itoiz), Beñat Amorena, Aingeru Bergizes...
¿Había concluido ya la actividad del colectivo literario Pott?
Acabaron por el año 77. Nuestros encuentros semanales en el invierno bilbaino, en el bar Cantábrico [en Barrenkale, Alde Zaharra], tienen mucho que ver con este disco. Allí nos juntábamos Bernardo Atxaga, Joseba Sarrionandia, Jon Juaristi, Joxemari Iturralde, Manu Ertzilla y otros compañeros. De otra parte, también Gasteiz tiene mucho que ver. Todos los ensayos los hicimos allí y casi todos los músicos con los que grabé vivían ahí. En aquellos años de franquismo y militancia, en Gasteiz me encontraba con músicos que tenían ideas muy claras sobre el oficio, estudiaban mucho y, además, con mucha pasión.
¿En cuánto tiempo se grabó «Hautsi da anphora»?
Creo que se hizo todo en cinco días. Grabábamos por separado, aunque en las canciones acústicas Bixente y yo poníamos las bases.
Título: «Hautsi da anphora».
Edición: Xoxoa/Elkar.
Soporte: Vinilo de 180 gramos.
Tiendas: Ya a la venta.
Xoxoa estuvo primero en la calle Ávila de Bilbo y después en Galdakao, donde se grabó su disco.
Sí, los estudios estaban en Galdakao. Creo recordar que era un dieciséis pistas y a nosotros nos parecía fenomenal. Contamos con Jean Phocas como técnico. A él le gustó mi música y se implicó mucho. Curiosamente he vuelto a trabajar con él en mi último disco, después de tanto tiempo. Recuerdo que pasó por allí una persona, que luego se convertiría en un productor importante, y quiso elogiarnos diciendo que era la primera vez que escuchaba un disco en euskara que le gustara [Ordorika prefiere omitir el nombre].
¿Se fue al estudio con una idea de sonido predefinido, eso de llevar un elepé y decirle al técnico: «quiero sonar como este disco»?
Nosotros llevamos las canciones muy definidas. Aquella época es anterior a lo que comentas. Todavía no se aspiraba a un sonido. Había que tocar de determinado modo para sonar como querías. No teníamos ni idea de producción.
Todos los textos son de Bernardo Atxaga y el disco se inicia con «Hi hintzena», donde aparece el título del álbum.
«Hi hintzena» era el poema que abría «Etiopia», el primer libro de poemas de Bernardo Atxaga. Para mí, este libro supuso un antes y un después en la poesía vasca. Tuve la suerte de estar muy cerca de su publicación en la Pott, e inspiró todo mi disco. Siempre me han gustado los álbumes y aunque ya tenía algunas canciones con otras letras, decidí grabar este primer disco íntegramente con textos de un entonces desconocido Atxaga. La relación entre poesía y canción es muy particular, ya que un buen poema no hace necesariamente una buena canción. Y a la inversa. Para mí la canción es un género en sí mismo, y puede beber de las más diversas fuentes.
La reedición se la dedica a su hermano Jose.
Sí, se la dedico a él, recientemente fallecido. Con 18 años hizo el cuadernillo del disco. Ha sido el autor de muchas portadas de discos y libros. La portada, excepcional, es de Juan Carlos Eguillor, único cronista gráfico de aquel Bilbo.
¿Escuchado de nuevo el disco, se encuentra distanciado del contenido?
El sonido ha sido remasterizado y estuve en esas sesiones. Hacía mucho tiempo que no lo escuchaba con detalle. Por un lado, alucino con la intención de la grabación original. Verdaderamente es un disco lleno de atrevimiento, en textos y en música. En ese sentido, lo siento muy cerca, ahí está el tempo que me gusta, el alargar las sílabas... constantes que aún perduran. Por otro lado, han pasado los años y es como cuando ves una foto tuya con un flequillo inverosímil. P. C.
«Me han propuesto tocar el disco completo en directo, pero no me veo en ese montaje, aunque sé que muchos artistas lo están haciendo»