La propuesta lanzada por la izquierda abertzale a Aralar y EA para concurrir juntos a las elecciones al Parlamento navarro está dando mucho que hablar, lo que confirma su importancia real. La cuestión no puede resolverse a corto plazo por razones obvias: quedan seis meses hasta las urnas y no hay más que mirar a los dos últimos para comprobar con qué rapidez se mueve la fotografía política del país. Y entre otras cosas, en esos seis meses se debe dilucidar una cuestión clave: la legalidad de la nueva formación política constituida por la izquierda abertzale.

Todo ello invita a analizar con tranquilidad, profundidad, diálogo y altura de miras las decisiones a tomar ante una oferta que no supone una jugada táctica, sino una propuesta estratégica con mucho recorrido. En otras palabras, no sólo está en juego la Nafarroa de los próximos cuatro años, que también, sino la de toda una generación, después de la «generación perdida» que han supuesto estas últimas tres décadas de monopolio de la derecha españolista.

En este contexto, desafinan lecturas tan partidistas y cortoplacistas como la de Iñigo Urkullu, presidente del PNV, que se toma la propuesta como una OPA hostil a su partido. O la de Txentxo Jiménez, coordinador de Aralar en Nafarroa, limitando al sujeto electoral un debate que es mucho más importante que eso.