Ha sido la octava edición de esta iniciativa del Centro Asesor de la Mujer Argitan que, tal y como recuerda Arantza Rojo, su monitora, tiene gran aceptación y obliga a hacer muchas piruetas para incluir a todas las interesadas en el curso. «Vienen mujeres de todas las edades, desde adolescentes hasta personas de 65 años, y muchas repiten la experiencia», explica, antes de añadir que «algunas han sufrido maltrato puntual, pero la mayoría acude por la violencia estructural que padecemos todas las mujeres».

«Trabajamos toda la violencia que sufrimos las mujeres, en diferentes ámbitos por la sociedad patriarcal, no sólo la física», aclara Isabel Bernal, sicóloga feminista que junto a Rojo se encarga de coordinar el taller que ayer finalizó. «Hemos trabajado dos bloques, uno físico y otro sicológico, con el objetivo -apunta- de conseguir el empoderamiento de las mujeres. Tenemos que creer que somos iguales que los hombres, que tenemos los mismos derechos, trabajar nuestra autoestima y desmitificar el miedo y a los hipotéticos agresores, y hacer cosas que dejamos de hacer `porque somos mujeres'».

«Redes de solidaridad»

Bernal y Rojo insisten en que buscan «sentirnos libres» y «establacer redes de solidaridad, profundizar en los niveles de complicidad entre las mujeres. No es -reitera la monitora- lograr una buena defensa personal, es un objetivo colectivo».

El taller lo organiza Argitan coincidiendo con la celebración del 25 de Noviembre, Día Internacional contra la Violencia hacia las Mujeres, y se encardina en la reflexión feminista, nacida a final de la década de los 60 en Canadá, de que la violencia sexista no es inocua ni responde a hechos patológicos, sino que es una estrategia de dominación que sirve para controlar a las mujeres, dotar al varón de más poder y perpetuar una situación de discriminación.