La justificación por parte de Benedicto XVI del uso del preservativo en «algunos casos» y sus afirmaciones de que los papas no son infalibles suponen «un giro clamoroso en el Pontificado», según los observadores, aunque el Vaticano matizó que no se trata de «un cambio revolucionario».

«Está claro que no puede definirse el razonamiento del Papa como un cambio revolucionario», afirmó ayer el portavoz vaticano, Federico Lombardi, en una nota en la que «explicó» las declaraciones de Benedicto XVI sobre la lucha contra el sida y el uso de condones recogidas en el libro-entrevista «Luz del mundo», de Peter Seewald, que sale a la venta mañana.

Benedicto XVI manifiesta que «concentrarse sólo en el preservativo significa trivializar la sexualidad», aunque señala que «puede haber algunos casos justificados» para el uso del condón, citando el caso de las prostitutas.

Las palabras de Benedicto XVI fueron acogidas favorablemente por los colectivos que trabajan en la lucha contra el sida, aunque la mayoría las consideró insuficientes.

El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, en una entrevista que hoy publicará el diario portugués «Público», destacó que «las afirmaciones del Papa son bienvenidas y reflejan comprensión hacia el problema del sida» y calificó de «muy tradicionales» las posiciones del Papa y el Vaticano en esta cuestión.

Ante el revuelo provocado, Lombardi precisó que «no se trata de un cambio revolucionario, sino de una visión comprensiva y previsora para llevar a una humanidad culturalmente muy pobre hacia un ejercicio más humano y responsable de la sexualidad»,

«El Papa no justifica moralmente el ejercicio desordenado de la sexualidad y sólo considera el uso del profiláctico para disminuir el riesgo del contagio del sida como una situación extrema», añadió.

La infalibilidad en duda

En otro ámbito, Benedicto XVI también pone en cuestión la infalibilidad papal, al señalar que «el Papa se comporta como cualquier obispo y también se equivoca. Ser Papa no significa considerarse un soberano colmado de gloria. Sólo cuando la tradición es clara y se sabe que no se actúa arbitrariamente puede decirse que esa cuestión determinada es fe de la Iglesia».

La infalibilidad papal, aprobada por el Concilio Vaticano I (1869-1870), es uno de los puntos que separan a las iglesias católica y ortodoxa.